Hoy se abre al público la muestra antológica que el Museo del Prado va a dedicar a la figura del artista barroco boloñés Guido Reni (1575-1642). Es por ello que nos queremos hacer desde el blog eco de la misma, así como aprovechar para mostrar el aprecio que se tenía en el Madrid de la época por la obra de este pintor, usando para ello como muestra, las pinturas que de los pinceles del boloñés, tenía Felipe IV colgadas en los muros de su residencia oficial, el Alcázar, cuando se hizo el inventario por su muerte en 1666.

Guido Reni[1]

          Guido Reni (1575-1642) fue uno de los artistas más destacados en la Europa de su tiempo, llegando su fama al nivel de la que alcanzaron Rubens, Caravaggio o Bernini. Desde su Bolonia natal, su obra se difundió no solo por buena parte de Italia, sino que también alcanzó algunas de las principales capitales del continente, como París, Londres o Madrid. En efecto, España no permaneció ajena al interés por las creaciones del maestro boloñés, coleccionadas tanto por la corona como por algunos de los más destacados miembros de la aristocracia y que, en varios casos, acabaron en los fondos del Museo Nacional del Prado. Además, a la vista de sus obras, ciertos artistas hispanos decidieron enriquecer su propio lenguaje con la evocación de las propuestas de Reni, entre ellos varios pintores de especial relevancia, como Bartolomé Esteban Murillo.

          Tras acrecentarse su reputación en el siglo XVIII, cuando Reni fue tomado como un ejemplo a seguir en las academias de Bellas Artes, durante la siguiente centuria, y en especial a partir del Romanticismo, su prestigio comenzó a decaer junto al de la escuela boloñesa de pintura, al considerarse entonces que sus métodos creativos lastraban el afloramiento de la personalidad genuina del artista. Será a partir de la década de 1950 cuando de forma progresiva varias exposiciones recuperen su figura al poner de manifiesto la excelencia de su arte, que le valió el apelativo de “divino” por su capacidad para alcanzar una belleza tan sublime que ponía al espectador en contacto con lo trascendente.

La matanza de los inocentes. Guido Reni. Óleo sobre lienzo, 268 x 170 cm. 1611. Bolonia, Pinacoteca Nazionale di Bologna. Per concessione del Ministero della Cultura-Pinacoteca Nazionale di Bologna

La exposición del Museo del Prado

Imagen de las salas de la exposicón Guido Reni. Foto © Museo Nacional del Prado.

          El Museo del Prado presenta la exposción “Guido Reni”, comisariada por David García Cueto, Jefe del Departamento de Pintura Italiana y Francesa hasta 1800 en el Museo Nacional del Prado, que reúne casi un centenar de obras procedentes de 40 entidades culturales de todo el mundo para llamar la atención sobre la decisiva contribución de este maestro boloñés en la configuración del universo estético del barroco europeo. Lo hace atendiendo a las más recientes aportaciones historiográficas y prestando especial atención a su vínculo con España, perceptible tanto en el coleccionismo de la corona y la aristocracia como en la influencia de sus exitosos modelos iconográficos en artistas fundamentales del llamado Siglo de Oro. En esta exposición se podrán contemplar por primera vez la obra Hipómenes y Atalanta conservada en el Prado junto a la versión de Capodimonte; San Sebastián, tal y como lo concibió el artista, despojado del gran repinte que ampliaba el paño de pureza que cubría su cuerpo; La predicación de San Juan Bautista perteneciente a las Madres Agustinas de Salamanca, recién incorporada al catálogo del artista; o la inédita Baco y Ariadna, de una colección particular suiza. Esta amplia representación de la obra de Reni será expuesta en estrecho diálogo con una selección de pinturas y esculturas de otros autores que pretenden poner de manifiesto las influencias principales que el maestro recibió en la forja de su personalidad y las que ejerció en otros creadores de su tiempo. Asimismo, una notable selección de dibujos de Reni permitirá valorar la riqueza y belleza de su proceso creativo. Esta iniciativa expositiva, también, pone de manifiesto la renovada vivacidad de los estudios sobre este gran pintor del siglo XVII, cuya fama e influencia se extendió no solo por la Italia de aquel siglo sino también por diversas zonas de Europa –incluida la Península Ibérica–, ofreciendo sus creaciones un canon estético que fascinó a varias generaciones sucesivas de artistas. Las recientes aportaciones historiográficas han permitido arrojar nueva luz sobre el pintor: un mejor conocimiento de su biografía para abordar la relectura científica de su personalidad a través de los diversos contextos históricos y artísticos en los que transcurrió su vida.

          La exposición se divide en once secciones, que tratan de recoger diferentes aspectos de la obra de Reni. En el primer y segundo ámbito «Yo Guido Reni, Bolonia» y El camino de la perfección, se intenta contextualizar a Reni dentro de la escuela boloñesa, así como su formación y los maestros que más le influyeron, fundamentalmente la escuela de los Carracci.. En el tercero, En Roma entre Rafael y Caravaggio, se nos muestra la llegada del pintor a la ciudad papal y la impronta de Caravaggio, el artista más innovador en ese momento, así como el inicio de la corriente clasicista que bebe de la escuela de Rafael. En los siguientes espacios, La belleza del cuerpo divino y Héroes y dioses de sobrenatural anatomía, se exhibe la que va a ser una de las características más reconocibles del pintor, su gusto por mostrar el desnudo masculino y las fuentes de estatuaria clásica que le sirven de inspiración. En El poder de los santos y la hermosa vejez María o la divinidad humanizada, se nos acerca a su papel en la configuración de la iconografía contrarreformista, tanto de santos como de la Virgen. Los tres últimos espacios están dedicados a la belleza del cuerpo masculino, a la riqueza de las telas en las representaciones de mujeres de la antigüedad y finalmente al giro final de su carrera que determinó sus últimos años.

Felipe IV coleccionista de Reni

          De todos es conocido el papel fundamental que tuvo el rey Felipe IV en la configuración de las Colecciones Reales y a través de ellas, de gran parte de los fondos del Museo del Prado. Es por ello que su figura como coleccionista y conocedor de Historia del Arte es tan importante. En su testamento pone por escrito lo siguiente:

«Assimismo mando, que anden unidas, é incorporadas a la Corona de estos Reynos todas las Pinturas, Bufetes, y Vasos de Pórfido, y diferentes Piedras, que el día de mi muerte quedaren colgadas, y puestas en mis Quartos de este Real Palacio de Madrid, sin que se puedan  enagenar, ni separar de ella en todo, ni en la mas minima, y pequeña parte; y usando de la potestad, que como Rey, y Señor tengo, las incorporo, y vinculo en esta Corona, para que por ninguna causa mayor, ni menor, se pueda separar de ella por ninguno de los Reyes mis Successores; y para que en todo se sepa las Pinturas, y Bufetes que son, en muriendo Yo se hará Inventario de todo»[2].

          Gran amante del arte y ávido coleccionista, Felipe IV, emprendió durante su reinado la redecoración de los espacios que había heredado, como El Pardo o El Escorial, la ampliación y también cambio en la decoración de su residencia principal, el Alcázar de Madrid y por supuesto la construcción de un nuevo palacio con la necesidad de dotarlo de obras de arte para ornarlo: el Palacio del Buen Retiro. Para este empeño coleccionista, Felipe IV, se va a valer de varios recursos, la adquisición de obras mediante encargo usando para ello a los políticos que representaban al monarca en las diferentes zonas de sus dominios, principalmente virreyes de Italia y embajadores, también acudirá a las posibilidades que se abran en el mercado de arte: como la almoneda de Rubens o la del rey Carlos I de Inglaterra y también los regalos, tanto de nobles españoles para ganar el favor real, como los presentes diplomáticos. Así por ejemplo llegará a las colecciones españolas el Cupido con Arco de Reni, regalo de Camilo Massimi en 1655 cuando vino a Madrid como nuncio pontificio[3].

          El gusto de Felipe IV por la pintura de Guido Reni se puede comprobar de manera patente si comparamos el inventario del Alcázar de 1636 con el de 1666, en ese trascurso pasamos de dos escuetas referencias a obras del boloñés:

«Pieça nueva sobre el çaguán y puerta prinçipal de el palaçio.

[412] Reina de Sabah. Otro lienço al olio, del mismo tamaño y moldura, de mano de Guido Bolones, pintor romano, en que está la Reina Sabaa ofreçiendo sus thesoros al Rei Salomón, que está sentado debajo en un solio y otras figuras que acompañan al Rei y Reina.

[419] Sacrifiçio de Habran. Otro lienço quadrado, con moldura dorada y negra, y más pequeño que los dichos, en que está el Sacrifiçio de Habrahan, de mano de Guido Boloñes»[4].

Domenichino, El sacrificio de Isaac. 1627-28. Museo del Prado.

          De estas dos entradas en ese primer inventario, dos obras en las que podemos señalar que una está perdida y la otra mal asignada a Reni, pues realmente está pintada por Domenichino; se pasará a nueve en el de 1666, sin entrar en los cuadros del boloñés que se ubicaron en otros espacios como El Escorial o Buen Retiro. Ese incremento notable de obras, nos ponen en aviso del gusto que se tendrá en el siglo XVII por el artista.

          Vamos a repasar las obras que colgaban entonces en el Alcázar de Madrid en 1666 y que se deben a los pinceles del boloñés:

«7 y 8 Dos láminas aobadas, pequeñas aobadas, con su marco de ébano, de una tercia en quadro, de Guido Boloñés, en dos mill reales de vellón entranbas… 2.000».

          Los dos cuadros pequeños sobre cobre representaban La Sagrada Familia y La Huida a Egipto. Reni se especializó en este tipo de pintura pequeña, de tal manera que su taller producía importantes cantidades de obras de este formato. Los dos cobres, estuvieron localizados en las colecciones españolas hasta 1811, que se pierde la pista sobre ellos.

Guido Reni, Cristo Triunfante. Real Academia de Bellas Artes de San Fernando, Madrid.

«141 Otra pintura de un Cristo desnudo con la cruz en los brazos, de bara y media de ancho y tres de alto, de mano de Guido Boloñés, con su marco dorado, tasada en doszientos y cinquenta ducados de plata… 2.750».

          Adquirido en 1664 al marqués de Serra di Cassano, el lienzo representa un Cristo abrazando a la Cruz, como iconografía triunfante que nos remite a modelos, como el Cristo de Santa María sopra Minerva de Miguel Ángel (para ver sobre esta iconografía ver aquí).

          Este lienzo de Reni colgaba en las estancias de la baja planta del Alcárzar, el llamado Cuarto Bajo de Verano, que pese a lo que pudiera parecer era un espacio tan cuidado y de dimensiones tan importantes como la planta principal. Exáctamente, se situaba en el antedespacho del rey donde asistía el Gentilhombre, su bóveda estaba pintada al fresco por Mitelli y Colonna con una quadratura y junto a él se ubicaban piezas tan señeras como la Adoración de los Magos de Rubens o el Prendimiento de Cristo de Van Dyck.

Guido Reni, Cupido, 1637-38. Museo del Prado.

«172 Una pintura, de bara de alto y tres quartas de ancho, de un cupido, de mano del Guido Boloñés, con su marco tallado y dorado, en cien ducados de plata… 1.100».

          El cuadro, regalado por Camilo Massimi en su estancia madrileña como Nuncio en 1655, se colgó en el Despacho de Verano de Felipe IV, junto con un variado grupo de cuadros entre los que destacan bodegones de Adriaenssen, floreros de Brueghel y otros de temática mitológica como Cupido de Guercino o la Flora de Jan Brueghel el Joven.

Guido Reni, Muchacha con una rosa, 1630-31. Museo del Prado.

«191 Otra, de tres quartas de alto y media bara de ancho, de una caueza, de mano de Guido Boloñés, con una rosa en la mano, en cinquenta ducados… 550».

          Esta pintura colgaba en el mismo despacho de verano que la anterior.

Guido Reni, San Jerónimo, 1623-33. Museo del Prado.

«411 [Falta]. Otra pintura, de tres quartas de alto y dos terzias de ancho, de una cabeza de San Jerónimo, de mano de Guido Boloñés, en cinquenta ducados de plata… 550».

Caravaggio, atribuido a, Ecce Homo. Obra objeto de estudio.

          Esta San Jerónimo colgaba junto con el Ecce Homo que hace poco salió al mercado como posible Caravaggio (ver aquí) en el pasillo inmediato a las bóvedas de Tiziano del Alcázar, junto con otros cuadros de temática religiosa en los que destacan las obras del primer naturalismo caravaggista y pintura veneciana del Renacimiento.

Guido Reni, Hipómenes y Atalanta, 1618-1619. Óleo sobre lienzo, 206 x 279 cm. Madrid, Museo Nacional del Prado

«515 Una pintura, de tres baras de largo y dos de alto, de mano del Boloñés, de la fábula de Atalante, con marco dorado negro, en dozientos zinquenta ducados de plata… 2.750».

Diego de Silva y Velázquez, El triunfo de Baco o Los Borrachos. Madrid, Museo Nacional del Prado.

          Obra procedente también de la compra de la colección del marqués de Serra di Cassano, se colgó en la galería del Cierzo del Alcázar de Madrid, junto con el Triunfo de Baco o Los borrachos de Diego Velázquez.

Guido Reni, Asunción de la Virgen. Museo Nacional del Prado.

«689 [Está entre las de la Cámara en las bóuedas del Tiçiano]. Otra, del mismo tamaño, con moldura dorada y nogál, la Asunzión de Nuestra Señora, de mano del Rubenes Guido, en duzientos ducados de plata… 2.200».

«790 Otra pintura, de la Magdalena con una Cruz en la mano, de media bara de alto y un pie de ancho, de mano de Guido Boloñés, con marco de bronze dorado tallado, en ciento y cinquenta ducados de plata… 1.650».

          Esta pintura se situaba en la Alcoba de la Galería del Mediodía y se pierde la pista sobre ella en 1701, por lo que puede que sea una de las obras perdidas en el Incendio del Alcázar de 1734.

Conclusión

          Pero seguramente donde podemos comprobar el gusto de Felipe IV por Reni está justamente en un cuadro que nunca llegó a colgar en las paredes del Alcázar, el Rapto de Helena (1631, Museo del Louvre). Este fue un encargo realizado en 1627 para el Salón Nuevo del Alcázar, el más importante de los espacios y que estaba decorado con algunas de las obras más señeras de la colección real. Finalmente, y tras varios intentos de Felipe IV por recibir el lienzo de Reni, este no llegó a Madrid.

Guido Reni, Rapto de Helena, 1631. Museo de Louvre (foto: wikpedia)

        Como hemos podido comprobar, las obras de Reni colgaban en salas representativas del espacio más emblemático para la Monarquía Hispánica, el Alcázar de Madrid. Nosotros hasta el 9 de julio podemos disfrutar también de Guido Reni gracias a la exposición antológica del Museo del Prado.

Notas:

[1] Texto de esta sección y de la siguiente está tomado de la Nota de Prensa proporcionada por el Museo del Prado.

[2] Martínez Leiva, G. y Rodríguez, A.: El inventario del Alcázar de Madrid de 1666. Felipe IV y su colección artísica, Madrid, Polifemo – CSIC, 2015, pp. 18-19.

[3] Martínez Leiva, G. y Rodríguez, A. (2015), p. 168.

[4] Martínez Leiva, G. y Rodríguez, A: Qvadros y otras cosas que tiene su magestad felipe iv en este alcázar de madrid. Año de 1636, Madrid, F.U.E., 2007, p. 85.

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