Entre 1808-1812 Francisco de Goya pintó el cuadro Majas en el balcón (Suiza, Colección Rothschild). Eran los años de la Guerra de Independencia y el artista recibió pocos encargos oficiales por lo que es cuando realiza más obras de género o sátiras sobre la sociedad y sus vicios. El lienzo hacia pareja con otro que representaba una Celestina y una maja en el balcón. Ambos cuadros estaban pensados para ser vistos uno frente al otro, como si se tratase de un trampantojo en el que el espectador se encontrase en medio de una calle. Estos fueron creados por gusto del pintor, posiblemente para decorar su propia casa en la calle Valverde de Madrid.

     En Majas en el balcón, ambas jóvenes visten con elegancia y riqueza, a la moda de las mujeres de la burguesía de su época: basquiñas de seda blanca y negra, chaquetillas bordadas en oro y mantillas. Detrás de ambas, las figuras poderosas de dos hombres embozados, bien vestidos y elegantes, dejan claro que ambas mujeres eran consideradas de su propiedad, encajonadas estas entre ellos y la barandilla de hierro del balcón. Colocando en paralelo el cuadro de la Celestina con una maja en el balcón, se hacía referencia a que mientras que las dos mujeres del anterior tenían la protección de sus maridos, la segunda era prostituida por la vieja, haciendo por tanto ambas obras una dura referencia a la condición de la mujer en la época.

     El tema de las mujeres en el balcón no era nuevo en el arte. Ya Murillo en el siglo XVII había representado a dos jóvenes sonrientes asomadas a una ventana, en una escena de la vida contemporánea sevillana en la que mostraba a dos prostitutas, las únicas féminas que podían asomarse alegremente a una ventana en una sociedad que guardaba a sus mujeres tras celosías para salvaguardar su honor.

Bartolomé Esteban Murillo, Jóvenes en una ventana, 1665-1675. Óleo sobre lienzo, 125 x 104 cm. Washington, National Gallery.

     Goya volvió en varias ocasiones sobre este tema, del que existen varias copias consideradas como autógrafas del pintor, como la que se conserva en el MET de Nueva York que presenta diversas variantes y que durante años fue considerada como la primera versión del artista aragonés.

Francisco de Goya, atribuido a, Majas en el balcón, ca. 1810. Óleo sobre lienzo, 195 x 125 cm. New York, Metropolitan Museum.

     En el caso de ambas versiones, tras ser pintadas por Goya, estas pasaron a colecciones privadas. Sin embargo, la realizada por Goya para sí mismo y que figura en su inventario de 1812 ilustró el libro que Charles Yriarte dedicó en 1867 a la vida y obra del pintor de Fuentedetodos que se publicó en París. Fue a través de este libro como el pintor francés Edouard Manet, gran amante del arte español y de la obra de Velázquez y Goya conoció esta composición y la reinterpretó y modernizó.

Ilustración en el libro de Charles Yriarte, Goya, de 1867.

     Cuando Manet pintó su cuadro “Le Balcon” las escenas de la vida burguesa eran un género de moda. La obra fue presentada al Salón de 1869 y no fue comprendida por la crítica puesto que no ofrecía ni narración ni anécdota, no entiendo los críticos la referencia a Goya y su modernización del tema en el tiempo. En el cuadro aparecen representados, en primer plano y sentada, la artista Berthe Morisot que se convertirá en su cuñada en 1874 y que le servirá de modelo en otros cuadros; de pie y a la derecha, la violinista Fanny Claus, amiga de su esposa Suzanne Leenhof; y detrás de ambas, creando una composición piramidal, el pintor paisajista Antoine Guillemet. Las representadas ya no eran mujeres bajo el dominio o protección de un hombre, sino que Manet presenta a dos profesionales, dos mujeres artistas que se presentan en igualdad de condiciones que el hombre que figura en la escena y que es un pintor. No hay nada oscuro en su presencia. Manet no sólo evoluciona la manera de representar las figuras sino también el propio significado de la escena y muestra la nueva condición femenina a mediados del siglo XIX.

Edouard Manet, El balcón, 1868-1869. Óleo sobre lienzo, 170 x 125 cm. París, Musée d’Orsay.

     La composición fue estudiada detenidamente por Manet, quien antes, previo a este cuadro, elaboró un boceto en el otoño de 1868 en el que retrataba en un primer plano a Fanny Claus dejando a Berthe Morisot de perfil y de pie en un lateral.

Edouard Manet, Retrato de Mademoiselle Claus, 1868. Óleo sobre lienzo. Oxford, Ashmolean Museum.

     En la exposición de París el cuadro de Manet tuvo que ser visto por Raimundo de Madrazo, artista establecido en la ciudad del Sena desde 1862. La cultura visual de Madrazo era amplia, como hijo y nieto de dos de los pintores españoles más destacados del siglo XIX y directores del Museo del Prado, Federico de Madrazo y José de Madrazo. Raimundo nuevamente reelaborará el tema de las “Muchachas en el balcón” logrando una simbiosis perfecta entre Goya y Manet y rompiendo definitivamente con la dependencia y subordinación de la mujer de una figura masculina. En el lienzo Madrazo nos muestra a dos jóvenes que están mirando desde un balcón, una de ellas lleva unos prismáticos en la mano, remitiendo a los palcos de la ópera, lugares donde mirar y ser vistos. Sin embargo, la persiana del lateral y la presencia de una rama y una maceta nos indica que estamos observando un balcón donde dos mujeres burguesas, con ricos atuendos, están observando la vida pasar, pero detrás de la barrera que supone la barandilla. Como buen pintor preciosista Madrazo centra la atención en los trajes de ambas, el tratamiento de las telas y en el reflejo de la luz sobre estas. Son el retrato de unas flâneurs, unas espectadoras de lo urbano que contemplan la ciudad desde las alturas pasando inadvertidas. El epítome de la modernidad para Baudelaire o Walter Benjamin.

Raimundo de Madrazo, Muchachas en el balcón, ca. 1875. New York, Metropolitan Museum, inv. 87.15.131.

     Al cabo de los años, el boceto de Mademoiselle Claus fue adquirido a la muerte de Manet, en 1883, por el pintor John Singer Sargent, quien se servirá de la influencia de Manet y del arte español para la elaboración de muchas de sus pinturas. No obstante, Sargent retratará a sus mujeres llenas de personalidad e individualidad, sin tener que estar al amparo o protección de ningún hombre y sin tener que estar atrapadas tras las barras metálicas de un balcón…

John Singer Sargent, Las hermanas Wyndham, 1899. Óleo sobre lienzo, 292 x 213 cm. New York, Metropolitan Museum.

 

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