Elena Brockmann de Llanos (1867-1946) es una de las pocas mujeres que en pleno siglo XIX rompió con los moldes de la sociedad de la época. Procedente de una familia de la alta sociedad madrileña de amplia cultura, su padre era ingeniero y su madre era sucesora de escritores y novelistas, entró de forma muy temprana en la Academia de Bellas Artes de San Fernando donde se matriculó en clases de dibujo del natural. Esto escandalizó en la cerrada y esnob sociedad de la época ya que dicha disciplina incluía el estudio del cuerpo humano, algo que hasta el momento había estado vetado a las mujeres en su preparación artística. Tras completar su formación en Madrid siguió sus clases en Roma de la mano de Mariano Benlliure y con Joaquín Sorolla. Esta amplia preparación le sirvió para superar las barreras que encontraban otras de las mujeres de la época, que quedaban relegadas a géneros como el del bodegón o el paisaje, y se atrevió con la práctica del género de la pintura de historia, que por su mayor dificultad en sus composiciones había estado vedado a las mujeres.

     El punto de inflexión en su carrera será la Exposición Nacional de 1887 en ella presentó tres de sus trabajos más sobresalientes: El patio de un parador, La vuelta de la Caza y La Chochara. Ese año el jurado destacó varios grupos de artistas, entre los que se contaban los formados por «las expositoras», que a su juicio merecían ser recompensadas, pero que debido al reglamento les era imposible premiar. Dentro del grupo de «las expositoras» el jurado expresó su desaliento por no haber podido premiar entre otras a Elena Brockmann:

No se comprende, pues, la omisión […] entre las medallas efectivas. […] Un escritor y crítico ingenioso ha indicado la idea, en uno de sus artículos, de que se quiere evitar que la mujer entre en el profesorado artístico, en virtud de un premio que constituye título oficial: Se comprendería esta conducta en un Jurado compuesto de elementos puramente oficiales, pero no en un Jurado de libre elección, como lo ha sido el de la Exposición actual[1].

Elena Brockmann, De vuelta a la caza, 1887. Paradero desconocido.

Elena Brockmann, La Chochara, 1887. Paradero desconocido.

     No obstante, lo cierto es que las obras de las artistas expuestas fueron de las que más llamaron la atención tal y como se refleja en las palabras de José de Siles:

Muchas señoritas concurren con las obras de su pincel a este certamen, intercalando aquí y allá, entre los sangrientos episodios de batalla, las muertes trágicas de personajes heroicos y las lúgubres fantasías que llenan las grandes salas de la Exposición, sus inspiraciones delicadas, sensibles y primorosas. Se ven, con afecto, cuadros de corte cla´sico, de acabado estudio, de Isabel Baquero; un hermoso Niño dormido, pintado por la hija del conde de Bañuelos; interesantes cuadros de costumbres de Elena Brookman […][2].

 

     Pese a no obtener premio alguno, las exposiciones sirvieron de escaparate para las artistas, sobre todo para aquellas que consideraban el arte como una profesión y se fueron forjando así un cierto reconocimiento tanto dentro como fuera de nuestras fronteras. Sin embargo, lo que si es cierto es que la compra de obras de arte por parte del Estado se veía condicionada por la obtención de medallas y por ello, al no ser premiadas, tampoco sus obras recayeron en instituciones públicas, con lo que su representación hoy en día en museos es muy escasa. En este aspecto Elena Brockmann volvió a ser una excepción ya que en 1887 se dirigió directamente al Ministerio de Fomento con el objetivo de vender al Estado su obra Patio de un parador que había sido una de las piezas más alabadas de la exposición de ese año. Finalmente, en 1894 se cerraron las negociaciones para la compra de la obra en 3.000 pts y desde entonces forma parte de las colecciones del Museo Nacional del Prado.

Elena Brokmann, El patio de un parador, 1887. Madrid, Museo Nacional del Prado, en depósito en el Museo Municipal de San Telmo de San Sebastián.

    Una faceta menos conocida de su obra es la de retratista. No se prodigó en dicho género, pero a tenor del retrato que realizó de su abuela Fanny Keats en 1890 tras la muerte de ésta es evidente las dotes para la captación física y psicológica que tuvo la artista y la gran carrera que habría podido tener si se hubiese dedicado a efigiar a la sociedad madrileña de la época.

Elena Brockmann, Fanny Keats (1803-1889), Sister of the Poet John Keats; City of London Corporation; http://www.artuk.org/artworks/fanny-keats-18031889-sister-of-the-poet-john-keats-52109

     En 1892 se presentó a la Exposición Nacional de Pintura con la obra Paso de una procesión por el claustro de San Juan de los Reyes, Toledo, obra sumamente ambiciosa en la que despliegla un gran número de figuras humanas muy bien caracterízadas e insertas dentro de un marco arquitectónico en perspectiva. La obra hacia un alarde de sus grandes habilidades como pintora, con una pincelada desenvuelta y enérgica, llena de carácter, que hicieron afirmar al crítico Isidro Fernández Flórez que pintaba «como un hombre», con lo que se pretendía alabar su valia… La pintura fue premiada y adquirida por el Estado e incluso llegó a viajar a Estados Unidos y fue expuesta en el Pabllón de la Mujer de la Exposición Universal de Chicago de 1893.

Elena Brockmann, Paso de una procesión por el claustro de San Juan de los Reyes, Toledo. 1892. Madrid, Museo Nacional del Prado, en depósito en el Rectorado de la Universidad de Granada.

     El éxtio obtenido con esta obra le llevó a acudir en 1895 como pintora de historia a la Exposición Nacional de Bellas Artes, siendo la primera mujer en hacerlo. Presentó la obra Felipe II recibe la noticia de la pérdida de la Armada Invencible. En ella, el rey Felipe II de España se entera de la derrota de su flota naval por los británicos en 1588. Brockmann revisaba por tanto el tema del declive del Imperio español, en un momento en que era evidente que históricamente se producía un paralelismo. Seguramente la meta de la pintora era conseguir una medalla de primera clase, reservadas normalmente para las pinturas de historia de gran escala (la obra posee 241 x 292 cm), sin embargo su objetivo no fue alcanzado y a partir de 1896 abandonará practicamente su carrera artística. Su empeño por destacar en la pintura de historia, un género en declive a finales del siglo XIX, le llevó a obtener una vez cada menor de encargos. El intentar triunfar en un mundo para hombres finalmente le pasó factura, corriendo la misma suerte que la mayor parte de sus colegas que se habían dedicado a la pintura de historia…

Elena Brockmann, Felipe II recibe la noticia de la pérdida de la Armada Invencible, 1895. National Museum of Women in the Arts, Museum purchase: Members’ Acquisition Fund; Photo by Lee Stalsworth

     Pese a todo, fue una de las mujeres artistas que disfrutó de una mayor reputación en vida e incluso llegó a ser incluída en 1905 en el libro de Walter Shaw Sparrow Women Painters of the World, from the Time to Caterina Vigri, 1413-1463, to Rosa Bonheur an the Present Day[3]. Elena Brockmann es una de las artistas de las que se puede disfrutar de su obra en la exposición Invitadas del Museo del Prado (sobre la expo ver aquí), la cual estará abierta hasta el próximo 14 de marzo de 2021.

 

NOTAS DEL TEXTO

[1] Fernanflor, «Exposición Nacional de Bellas Artes», La Ilustración Española y Americana, 15 de julio de 1887, pp. 19-23.

[2] Siles, José de, «El barnizado en la Exposición de Bellas Artes», La Época, 20 de mayo de 1887, pp. 1-2.

[3] Shaw Sparrow, Walter, Women Painters of the World, from the Time to Caterina Vigri, 1413-1463, to Rosa Bonheur an the Present Day, Londres, 1905, pp. 289 y 319.

 

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