El presente post ha sido realizado por Teresa Zapata Fernández de la Hoz autora del libro que aquí se presenta.

     Con el fallecimiento de Isabel de Borbón (1644) y del heredero al trono, el príncipe Baltasar Carlos, dos años después (1646), Felipe IV se vio obligado a contraer nuevas nupcias. Teniendo en cuenta los intereses políticos y económicos, la única candidata posible, pese a los problemas de consanguinidad y la diferencia de edad, era la joven Mariana de Austria –que no había cumplido los 15 años-, hija del emperador Fernando III y de María Ana de Austria, hermana de Felipe IV.

     En este trabajo de investigación, realizado a partir de la documentación conservada en el Archivo de la Villa de Madrid y en el Archivo de Protocolos, completada con la del Archivo de Palacio, Real Academia de la Historia y la Biblioteca Nacional de España, se reconstruye y estudia la entrada pública y solemne de la segunda esposa de Felipe IV en la Villa y Corte el 15 de noviembre de 1649. Esta ceremonia, con la que el ayuntamiento la recibía oficialmente y le hacía entrega de las llaves de la ciudad, se convertiría en el acontecimiento político, social, artístico y festivo más importante de la primera mitad del siglo XVII.

     En la primera parte se abordan aspectos previos a la entrada, como el ajuste de las bodas reales; la boda por poderes en el Palacio Imperial de Viena el 8 de noviembre de 1648; el viaje desde Madrid a Trento de los criados que formaban la Casa de la Reina unos días después, por tierra y mar, a través del Mediterráneo, accidentado y peligroso desde su inicio, a la vez que interesante, porque ahora sabemos que fue compartido por el pintor de Cámara, Diego Velázquez, cuando por deseo del monarca emprendió su segundo viaje a Italia; el largo y arriesgado viaje por tierra de la joven Mariana y su séquito, a causa del enfrentamiento de la monarquía española con la República de Venecia; las entradas en Milán y Pavía, hasta su embarque en el puerto del Finale (Liguria), propiedad de los españoles, el 23 de agosto con destino al de Denia, acontecimientos que retrasaron su llegada al Palacio del Buen Retiro hasta el 3 de noviembre de 1649, donde se alojaría hasta que todo estuviera dispuesto para su entrada.

     En la segunda parte, la investigación se centra en la organización de la fiesta, descripción de cada arco y ornato; artistas que los construyeron, así como en uno de los aspectos más interesantes de esta fiesta: el estudio iconográfico e iconológico de cada uno, para cuya elaboración ha sido necesario consultar muchas y diversas fuentes bibliográficas, clásicas y contemporáneas, aspecto facilitado en esta ocasión por el conocimiento del contenido de la extensa biblioteca del responsable del programa alegórico.

Jusepe Leonardo: Vista de los jardines y el Palacio del Buen Retiro. Patrimonio Nacional, Madrid.

Jusepe Leonardo: Vista de los jardines y el Palacio del Buen Retiro. Patrimonio Nacional, Madrid.


     El domingo 15 de noviembre de 1649, a las tres de la tarde, Mariana, a caballo, precedida y seguida de una espectacular comitiva, comenzó su desfile desde el Buen Retiro, al Este, hasta el palacio de los Austrias o Alcázar madrileño, al Oeste -donde la recibiría el monarca-, por sus vías principales, recorrido que se puede seguir en la planimetría de Pedro de Texeira (1656). A lo largo del mismo se levantaron cuatro Arcos de Triunfo, el de mayor altura, el Arco del Prado, a la entrada de la Carrera de San Jerónimo, donde el corregidor le daba la bienvenida; arquerías que cobijaban estatuas; un Monte Parnaso; perspectivas de jardines con templetes y fuentes; grutas y carros triunfales, realizados por los mejores artistas y especialistas de la Corte, como Pedro de la Torre, Francisco Rizi, Sebastián de Herrera, Juan de Gandía, Manuel Pereira y otros más, bajo la supervisión del arquitecto municipal José de Villarreal. Todos ellos transformaron los materiales perecederos con los que se construían -madera, lienzo, telas, pasta de papel, barro cocido- en fastuosas arquitecturas de mármoles y jaspes de diferente tonalidades, decoradas con cuadros, estatuas y relieves dorados o plateados, emblemas y jeroglíficos, inscripciones y poesías en latín y castellano.

Juan Van Kessel III: Vista del Prado y la carrera de San Jerónimo con un cortejo. Madrid, Museo Thyssen Bornemisza.

Juan Van Kessel III: Vista del Prado y la carrera de San Jerónimo con un cortejo. Madrid, Museo Thyssen Bornemisza.

     Junto a este aspecto esencialmente visual, estas arquitecturas y ornatos efímeros encerraban otro, mas difícil de captar en una primera lectura, que era su contenido simbólico, su mensaje; un complejo y rico programa iconográfico e iconológico, inspirado en la cultura clásica grecorromana, vehículo de propaganda de los poderes establecidos, elaborado por don Lorenzo Ramírez de Prado, miembro del Consejo Real, nombrado superintendente de las fiestas, humanista, escritor, gran bibliófilo y poseedor de una de las mejores bibliotecas de la corte, con quien colaboraron los más destacados escritores, poetas, latinistas, especialistas en emblemas y jeroglíficos, entre los que sobresale Pedro Calderón de la Barca, quien compuso algunas, si no todas, de las poesías en castellano, los mismos que colaborarían seguramente en la redacción de la Noticia del recibimiento i entrada, publicada en 1650 bajo la autoría del consejero real.

Pedro de Villafranca: Portada de la Noticia del recibimiento y entrada..., 1650.

Pedro de Villafranca: Portada de la Noticia del recibimiento y entrada…, 1650.

     No menos destacada fue la participación de los gremios mayores, cuyos portales o tiendas estaban situados en la calle Mayor, en el embellecimiento del recorrido real, como el de Pellejeros o Peleteros, que decoraron ambos lados del tramo de la calle comprendido entre Coloreros y Bordadores, con una montería compuesta por los animales cuyas pieles vendían en sus comercios; los Mercaderes de la Puerta de Guadalajara, que construyeron un arco de apariencia rústica, coronado por el árbol genealógico de la Casa de Austria, de gran altura, en el lugar donde antiguamente se levantaba la antigua puerta del mismo nombre: y los Plateros, que decoraron el último tramo de la actual calle Mayor, ocupado por sus tiendas y talleres, quienes levantaron, a uno y otro lado de la calle, artísticos aparadores en los que expusieron las mejores piezas de oro y plata que atesoraban en sus comercios, con los que no sólo homenajeaban a la nueva reina, sino que conseguían llamar la atención de los numerosos forasteros y extranjeros que asistían a la gran ceremonia real.

Punto Final del recorrido: Plaza del Alcázar de Madrid según la planimetría de Pedro de Texeira.

Plaza del Alcázar de Madrid según la planimetría de Pedro de Texeira.

     Cabe resaltar por su importancia los nuevos dibujos localizados en el Gabinetto Disegni e Stampe de los Uffizi de Florencia, que se añaden a los ya publicados, así como las nuevas aportaciones que se incluyen en relación con Velázquez y la decoración de la Sala Ochavada, y del Salón Dorado o de Comedias del Palacio.

Juan Hidalgo: Representación en el Alcázar de Madrid de "Los Celos hacen Estrellas". Viena, Osterreichische National Bibliothek.

Francisco Herrera el Mozo: Representación en el Alcázar de Madrid de “Los Celos hacen Estrellas” en el Salón dorado o de Comedias. Viena, Osterreichische National Bibliothek.

     No menos interesante es el capítulo dedicado a los bailes y piezas teatrales ofrecidos por los gremios y sexmos de la provincia de Madrid, interpretados en los tablados levantados para cerrar las bocacalles que desembocaban en las calles del recorrido real, así como las noticias sobre edificios y lugares históricos de la Villa y Corte, mejoras de calzadas, paseos, fuentes, puentecillos, previos a la transformación de la ciudad real en otra monumental, fantástica e imaginada.

El libro La Corte de Felipe IV se viste de Fiesta. Entrada de Mariana de Austria, 1649, lo podéis adquirir aquí por tan sólo 25€.

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