Otro año más estamos inmersos en las celebraciones de la Semana Santa, una de las fiestas litúrgicas con mayor trascendencia en lo cultural, artístico y hasta antropológico, del calendario. Tan importante fue en el pasado, y tantos ejemplos de altísima calidad artística están tan involucrados en ella, que ha superado con creces su origen exclusivamente religioso para convertirse en todo un reclamo turístico. Un momento donde lo mejor de la escultura del Renacimiento y del Barroco toma las calles de numerosas ciudades y pone de manifiesto el objetivo último de tal manifestación: exaltar los sentidos mediante las imágenes, la música, el olor, etc. En otras ocasiones hemos aprovechado para contar aspectos artísticos relacionados con la Semana Santa (ver aquí, aquí y aquí). En estos días también hemos escrito un breve texto sobre iconografía de la Semana Santa para la revista Villa Nueva, en la localidad homónima de Guatemala (ver aquí).

Francisco Camilo, Cristo yacente. Museo del Prado

          En este sentido, podemos comentar que el uso de los colores litúrgicos es una costumbre que viene de tiempos del papa Inocencio III, en el siglo XIII, cuando estableció de forma oficial el uso de los colores que ya se utilizaban tradicionalmente: verde, rojo, negro y blanco. Con el papa Pío V, en torno a 1570, se añadieron el rosa y el púrpura.

  • Morado. El color púrpura simboliza preparación espiritual y penitencia. Se utiliza los días de Lunes Santo, Martes Santo y Miércoles Santo. Teniendo en cuenta que se asocia con el luto, invita al recogimiento, la reflexión y el arrepentimiento. Es una llamada a la preparación para la Pascua que está por llegar.

  • Rojo. Este color simboliza la sangre y la fuerza del Espíritu Santo. Se refiere a la virtud del amor de Dios. Es usado principalmente en las fiestas de la Pasión del Señor como el Domingo de Ramos y el Viernes Santo.

  • Blanco y/o dorado. Este color, el blanco representa a Dios. Simboliza la alegría, pureza, tiempo de júbilo y la paz. Normalmente, el dorado se utiliza en las celebraciones más importantes del año, en este caso, la Vigilia de la Pascua de Resurrección. También el blanco es el color del Domingo de Pascua y el de Jueves Santo, por la tradición de celebrar este día la Misa Crismal en la que se bendicen los óleos que se utilizan durante todo el año [1].

Terno púrpura o morado en el atril del evangelio. Catedral de Santa María Magdalena. Getafe. Foto: @cipripedia

          Por todo esto, si hay un color con el que podemos identificar esta fiesta es con el púrpura. Éste era el color privativo de los antiguos Emperadores Romanos, su obtención para tinte a base de un molusco marino hacía que las telas de este color fueran extremadamente caras. El origen animal del tinte hacía que el color púrpura no fuera exactamente un color, sino una gama que va desde el rojo carmesí al morado, toda una gama que en las telas hace que varíen entre esos tonos, más violáceos o por el contrario, más cercanos al rojo intenso.

Diferentes tonalidades de púrpura según las diferentes especies de caracoles. foto: wikipedia.

          La mitología griega había hecho a Hércules el descubridor de las propiedades tintóreas del molusco y así lo podemos ver en esta representación mitológica del siglo XVII para la Torre de la Parada.

          Como hemos comentado, el origen del tinte viene de un molusco gasterópodo, un caracol marino, en realidad hay varias subespecies de esa familia de caracoles, los muricinae, de los que se puede obtener el tinte. En la antigüedad fueron los fenicios los que tuvieron el monopolio de la fabricación y comercialización del mismo, de tal manera que se denominaba, púrpura de Tiro. El tinte se obtiene de la mucosidad que segrega una glándula del molusco, de tal forma que de cada animal se obtiene una gota de tinte. Eso hacía que para teñir una tela se necesitaran multitud de animales, lo que lo convertía en el tinte más caro.

Púrpura de Tiro. foto: wikipedia.

          Es por esta causa que durante el Imperio Romano se reguló su uso, limitándose mucho y en algunos momentos siendo sólo privativo del propio emperador. De tal suerte que las telas teñidas con púrpura o cualquiera de los tintes que simulaban este color, pasaban a estar limitadas y por eso se convirtió en símbolo de poder. De esta suerte se entiende así la aparición del manto púrpura en el relato de la pasión de Cristo, contada en el evangelio de Juan:

«Tomó entonces Pilato a Jesús y mandó azotarle. Y los soldados, tejiendo una corona de espinas, se la pusieron en la cabeza, le vistieron un manto de púrpura y, acercándose a Él, le decían: ¡Salve, rey de los judíos!; y le daban bofetadas».

Juan, 19 1-3.

Alonso Sánchez Coello, Los Improperios o La imposición de la púrpura a Jesucristo (detalle). Museo del Prado.

          Por este motivo, cuando se geste el desarrollo de la iconografía cristiana durante la Edad Media, el tono púrpura, o sus variaciones desde el morado al rojo, va a convertirse en el color que representa por un lado la majestad, pero también la pasión. Así podemos verlo en los mosaicos de San Vital de Rávena, donde el púrpura está usado tanto para el emperador Justiniano, como para el Pantocrátor.

          Durante la Edad Moderna, los artistas tratarán de imitar esas tonalidades del púrpura, a partir del XVI, además vendrá de América un nuevo tinte, en este caso sacado de un insecto, Dactylopius coccus, de que se obtiene el rojo carmín, que hará decantarse a los artistas por el uso de mantos de un vivo color rojo, para sus representaciones de escenas de la Pasión. El rojo, además hacía referencia clara a la simbología de la sangre, el sacrificio, hecho que al igual que la púrpura tiene gran significado.

           Evidentemente los artistas no se valían del precioso tinte púrpura, sino que lo simulaban en las pinturas uniendo un pigmento azul, normalmente índigo o ultramar, con un color rojo, como nos explica Cennini en su tratado de técnicas artísticas:

«Si quieres hacer un bonito color morado toma laca fina, azul ultramar, la misma cantidad de una que del otro, templados. Después, coge tres pocillos, como te he indicado, y deja el color morado en su vasito para retocar los oscuros. Haz tres variedades de él, más clara la una que la otra, gradualmente, como he dicho más arriba.

Si quieres hacer morado para pintar al fresco, toma índigo y amatista y mézclalos sin temple, como ya te he indicado, y haz cuatro tonalidades. Después pinta tu vestido»[2].

Cennino Cennini.

          Como epílogo a esta historia, contaros que en la Semana Santa de 1856, un químico inglés, William Henry Perkin, trataba de hallar un fármaco para combatir la malaria partiendo de la anilina, una molécula orgánica que se encuentra en el alquitrán de hulla, como alternativa a la quinina. En un intento de síntesis de esta molécula, Perkin logró una sustancia de color malva que inmediatamente despertó su interés: la mauveina o púrpura de Perkin, el primer tinte sintético, que revolucionó la industria y propició la fabricación de tintes[3].

Muestra de malva de Perkin. Museo de Historia de la Ciencia. Londres.

NOTAS

* Este artículo va dedicado a nuestra amiga Mónica Calderón (@monicanienor) que es la que realmente sabe sobre tintes, telas y Arte.

[1] Para más información ver Colores Litúrgicos: Semana Santa en obispadodesegovia.es ver aquí.

[2] Citamos por la edición de Franco Brunello: Cennino Cennini, El libro del Arte, Akal, Madrid, 2006, p. 126.

[3] González Mendia, Oskar: Por qué los girasoles se marchitan. Los elementos químicos en el arte. Cálamo, Palencia, 2020, pp. 181-182.

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