El conocimiento de los materiales y las técnicas artísticas antiguas son las armas fundamentales para la buena praxis de la conservación y restauración de las obras. El restaurador debe hacer un diagnóstico inicial donde tomará nota de los daños producidos en la obra, los cuales se pueden deber a la propia acción del hombre, a las condiciones medio ambientales que rodean la obra o al deterioro natural de los materiales utilizados en la técnica artística. Este deterioro natural es lo que hace que algunas obras pictóricas nos hayan llegado con un aspecto diferente a como las concibió el autor en su día.

     Desde antiguo los artistas experimentados ya eran conscientes de las alteraciones que algunas materias podían sufrir con el paso del tiempo y se preocuparon de dejar constancia de ello, escribiendo recetas y fórmulas en las que explicaban el buen uso de ellas y el modo más eficaz para evitar errores que más tarde pudieran lamentar. Por ejemplo, Cennino Cennini, a finales del siglo XIV, nos advierte en el capítulo LXXII de su tratado El libro del arte, sobre la importancia de usar los colores apropiados en función de la técnica pictórica, ya que un mismo pigmento no es igual de apto para pintura al fresco o pintura al seco.

     A lo largo de la historia, son muchos los tratados y fuentes escritas dejadas por los artistas, que se comportaban como auténticos alquimistas. Algunos ejemplos destacables son: Schedula Diversarum Artium del monje Theophilus, del siglo XI, esencial para el conocimiento de las diversas técnicas de aplicación en el arte de la pintura centroeuropea en la Edad Media, sobre todo Bizantina; Il libro dell´Arte de Cennino Cennini, escrito en 1390, tratado muy conocido universalmente que recoge de manera escueta, pero sistemática las diferentes técnicas pictóricas que aprendió en sus trece años de alumno con Agnolo Gaddi; o Le vite de´piú eccellenti architetti, pittori, et scultori Italiani, da Cimabue insino a´tempi nostri: descrite in lingua Toscana, da Giorgio Vasari Pittore Aretino. 1550. Las vidas están precedidas de una introducción dividida en 20 capítulos del XV al XXXV, sobre la Arquitectura, Escultura y Pintura, con indicaciones de Vasari sobre la técnica que se ha de aplicar. En estas biografías se encuentran muchos datos sobre alguna de las técnicas utilizadas por los grandes Maestros. Los dos tratados españoles más importantes, son el de Francisco Pacheco de 1649 y posteriormente el de Antonio Palomino, ambos se basan en la idea de Vasari. También del siglo XVII es de destacar el Pictoria, Sculptoria et quae subalternarum artium de Theodor Turquet de Mayerne, 1620. Considerado como uno de los principales recetarios barrocos, reúne con muchísima claridad los numerosos sistemas del momento: pigmentos, preparaciones, aplicación del dibujo, instrumentos de utilización, etc. Aparecen recetas de las técnicas usadas por artistas como Rubens o Van Dyck.

     Los pigmentos en polvo empleados en pintura, pueden ser de origen orgánico o mineral y se mezclan con una sustancia o medio que los aglutina, que sirve de vehículo para poder aplicarlos sobre una superficie previamente preparada. La naturaleza de dicho medio y la superficie sobre la que se aplica, determinan la técnica pictórica. Así distinguimos, en soporte mural, entre pintura al fresco cuando el color se aplica sobre una superficie mural húmeda y pintura al seco cuando el color se extiende sobre una superficie seca. Según la naturaleza del medio que aglutina los pigmentos, distinguimos entre la técnica del temple y la del óleo.

     El temple, puede ser magro, si se utiliza como aglutinante sustancias no grasas, como algunas proteínas animales, gomas vegetales o sustancias inorgánicas como el agua y la cal. O puede ser temple graso si el aglutinante es la yema de huevo.

     La técnica del óleo es aquella en la que se utiliza un aceite secante como medio. Esta técnica se desarrolló plenamente a partir del siglo XVI, no obstante, el uso de aceites secantes en obras pictóricas, generalmente combinadas con huevo (temple mixto o graso), se conocía desde el siglo XII. La principal diferencia de la pintura al óleo respecto al temple y la encáustica son las propiedades secantes de los materiales empleados. Los aceites secantes son líquidos a temperatura ambiente, y pueden utilizarse directamente para ser mezclados con los pigmentos. Una vez se aplican sobre el soporte, empieza el proceso químico de secado, que hace que el aceite forme una capa rígida. El aceite secante ejerce asimismo de medio consolidante y cubriente, manteniendo la cohesión y formando una película protectora sobre los pigmentos.

     La técnica del fresco en pintura mural es la más utilizada y recomendada por los artistas italianos de la baja Edad Media y el Renacimiento. Vasari, en el capítulo XIX de Las Vidas, dedicado a la pintura al fresco, elogia esta técnica y la describe como “la más viril, segura, resolutiva y duradera de todas las técnicas”. El fresco, utilizado desde la Antigüedad clásica, se llama así por realizarse sobre un revoco de cal aún húmedo, como ya dijimos. Los pigmentos de origen mineral, mezclados con agua, se fijan o aglutinan por el efecto de la cal del revoco, al carbonatar. La diferencia del fresco con otras técnicas, como el temple o el óleo, es que en estas se aplica los pigmentos ya aglutinados (con huevo, cola o aceite) y en el fresco se aplica primero el aglutinante (cal) y luego el pigmento. La cal al carbonatar se convierte en carbonato cálcico (de idéntica composición que la piedra caliza) lo que hace que los colores al fresco sean insolubles. El inconveniente del fresco es que no permite rectificar, salvo que se elimine el enlucido y se vuelva a pintar o que se retoque posteriormente con otra técnica.

Pero ¿qué ocurre cuando la técnica elegida no se realiza correctamente o se produce una mezcla indebida de los materiales? Que podrían producirse reacciones químicas erróneas y en consecuencia generar alteraciones irreversibles en el aspecto físico de los colores.

En los próximos semanas volveremos sobre este tema y pondremos algún ejemplo de materiales usados tradicionalmente en pintura que han causado problemas con el paso del tiempo.

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