Don José de Madrazo (1781-1859) es sin duda el mejor ejemplo de artista coleccionista y comerciante del siglo XIX en España. Nacido en Santander se desplazó a Madrid para estudiar en la Real Academia de San Fernando, donde fue alumno de Gregorio Ferro. En 1801, para completar su formación viajó a París y allí estudió las obras de pintores neoclásicos como Jacques-Louis David y entabló relación con Ingres. En 1803, marchó a Roma para estudiar las obras clásicas al natural, sin embargo, su oposición desde el extranjero al gobierno de José Bonaparte hizo que se le apresara, junto a otros artistas españoles en Roma, en el Castillo Sant’Angelo, primero, y posteriormente en la Embajada española. Allí conoció a los reyes, Carlos IV y María Luisa de Parma, lo que le llevó en 1813 a ser nombrado pintor de cámara de Carlos IV en su exilio romano.

José de Madrazo, Autorretrato, ca. 1840. Óleo sobre cartón, 73 x 56 cm. Madrid, Museo Nacional del Prado, cat. P004470.

     En 1819, Madrazo regresó a España y fue nombrado pintor de cámara de Fernando VII. Fue entonces cuando se le encomendó la catalogación de las obras de las Colecciones Reales de pintura que iban a formar parte del Real Museo de Pinturas y Esculturas. El artista creó un primer catálogo y una colección de litografías en donde se reproducían las piezas más destacadas de la colección[1]. En 1838 José de Madrazo fue designado como director del Real Museo y con ello se comenzó la reforma que pretendía la reina gobernadora de reunir en él todos los objetos de las artes. Asimismo, se incorporaron nuevas obras dispersas por los palacios reales de artistas que no estaban representados en el Museo, aumentando así el número de autores del catálogo que su hijo, Pedro de Madrazo, preparaba. Ese catálogo estaba compuesto por 1240 pinturas de todas las escuelas. Aunque el trabajo fue titánico, lo cierto es que hay algunas atribuciones que con el tiempo se han demostrado que no eran tales. Así, por ejemplo, figuraban más de sesenta piezas adjudicadas a Velázquez. Entre ellas estaban obras como La Fuente de los Tritones, que se describía como: «Velázquez. / 145. Vista de la última fuente del jardín de la Isla del Real Sitio de Aranjuez. Alto 8 pies 11 pulg.; ancho 8 pies»[2]; o muchas otras de las realizadas para la Galería de Paisajes de Aranjuez y que no fueron realizadas por el sevillano, sino por su círculo más próximo.

Benito Manuel de Agüero, atribuido a, La fuente de los Tritones en el Jardín de la Isla de Aranjuez, ca. 1664. Óleo sobre lienzo, 248 x 223 cm. MNP, cat. P001213.

     El cuadro de La fuente de los Tritones, y otros de los paisajes atribuidos entonces erróneamente a Velázquez, llegaron a exponerse junto a Las Meninas, como vemos a través de una de las imágenes de Grafoscopio tomadas por Jean Laurent en el Museo hacia 1882.

Juan Laurent y Minier, Museo del Prado, panorama de la galería central (Grafoscopio), ca. 1882-1883. Albúmina sobre papel fotográfico, 300 x 10415 mm. Madrid, Museo Nacional del Prado, cat. HF00001.

     Madrazo ejerció de director del Real Museo hasta 1857, casi 20 años, renunciando porque consideraba que se le estaban recortando algunas de sus atribuciones. A su marcha el Museo quedaba con 3018 pinturas y poco más de mil piezas de escultura. Tan sólo dos años después de su despedida fallecía en Madrid.

     En paralelo a sus actividades oficiales José de Madrazo fue configurando una imponente colección de obras en las que figuraban casi 700 pinturas, 3.000 dibujos, 20.000 estampas y unos 1.000 libros[3]. Ya en Italia había iniciado la compra de obras de arte atesorando en su estancia romana 349 pinturas, en donde lógicamente, las escuelas italianas tenían un protagonismo absoluto y donde adquirió obras que habían pertenecido a la Galeria Borghese o la colección Colonna. A su vuelta a Madrid, gracias a su refinado gusto y erudición, éste se hará con piezas procedentes de las ventas del marqués de la Torrecilla, el marqués de Castelar, el deán López Cepero, los condes de Altamira o la colección de don Bernardo de Iriarte (ver post aquí). En concreto de la colección de este último, el artista se hará, a principios de la década de 1820, con 54 obras las cuales adquirirá a la viuda de Iriarte.  Entre estas obras había piezas importantes piezas italianas, como una Sagrada Familia atribuida a Rafael, o españolas de artista como Cerezo, Coello, Goya, o Velázquez.

     Creará así una galería que no sólo será reconocida por los especialistas nacionales sino también por los extranjeros, siendo la colección con mejor fortuna crítica de su época, sólo superada por la del Real Museo. Asimismo, Madrazo se dedicó a asesorar a coleccionistas tales como la reina María Cristina de Borbón, el infante Sebastián Gabriel de Borbón, don José de Salamanca o el banquero catalán Sebastián Antón Pascual e Inglada, en la adquisición de importantes obras que en ese momento estaban disponibles en el mercado del arte, ofreciéndoles incluso piezas adquiridas por él y en ese momento en su colección.

Portada del Catálogo de la Galería de Cuadros del Exmo. Sr. D. José de Madrazo, 1856.

     Para el conocimiento de la colección de Madrazo es esencial el catálogo que elaboró el propio artista en 1856[4]. En éste concedió una importancia fundamental al concepto de autoría, que es el que ordena el catálogo ya que cómo el afirmaba «a los conocedores les bastan los nombres de los autores célebres, cuyo mero sonido, familiar hasta para los oídos más profanos, supone siempre mérito indisputable»[5]. Madrazo estaba muy seguro de las atribuciones que en su catálogo daba declarando en una carta que tenía «inmensa certidumbre […] en ellos, tanto por el conocimiento como por el origen de las galerías o colecciones a que han pertenecido»[6]. Sin embargo, cómo hemos visto al hablar de las catalogaciones realizadas para el Real Museo de Pintura, algunas de eran inexactas. Las obras colgaban entre la casa de Tívoli, una finca de recreo adquirida por la familia cercana a Segovia, y su domicilio madrileño próximo a la calle Alcalá. Este último estaba literalmente forrado de obras de arte tal y cómo se puede observar en el cuadro realizado por su nieto Raimundo de Madrazo y en el que se recoge un interior de la casa de su abuelo. En esta obra puede observarse el que era conocido como Retrato del Marqués de Leganés por Van Dyck, hoy como retrato anónimo de Mathias Galasso que se encuentra en el Senado, una Santa Teresa de Murillo y un Combate de caballería de Snyders, estas dos últimos obras se desconoce dónde se encuentran en la actualidad.

Raimundo de Madrazo, Estudio de los Madrazo en la calle Alcalá. Comunidad de Madrid, inv. Madrazo-34.

     A la muerte de Madrazo la colección de pinturas pasó íntegramente a manos de su viuda, Isabel Kuntz. Múltiples fueron los intentos de su venta tanto en España como en el extranjero, ya que la división entre sus herederos cuando faltase su madre sería sumamente dificultosa. Finalmente, los 696 cuadros que se habían tasado inicialmente en 407.775 pesetas se vendieron en 1861 al financiero José de Salamanca por 285.000 pesetas[7].

NOTAS AL TEXTO

[1] Colección litográfica de los cuadros del rey de España, Madrid, 1826-1837.

[2] Catálogo de los cuadros del Real Museo de Pintura y Escultura de S.M. […], Madrid, 1843, p. 31, cat. 145.

[3] Pedro J. Martínez Plaza, «José de Madrazo (1781-1859), coleccionista y comerciante de obras de arte», Scripta artivm in honorem prof. José Manuel Cruz Valdovinos, Alicante, 2018, vol. I, p. 405. Sobre la etapa italiana de José de Madrazo véase, Javier Jordán de Urríes, «José de Madrazo en Italia (1803-1819)», Archivo Español de Arte, 266 (1994), pp. 129-148.

[4] Catálogo de la Galería de Cuadros del Excmo. Sr. D. José de Madrazo […], Madrid, 1856. Ver online: https://archive.org/details/gri_33125010348965/page/n107/mode/2up

[5] Catálogo de la Galería de Cuadros del Excmo. Sr. D. José de Madrazo […], Madrid, 1856, pp. 5-6.

[6] José de Madrazo, José de Madrazo: epistolario, Santander, 1998, p. 678, carta nº 267 de 21 de septiembre de 1855.

[7] Pedro J. Martínez Plaza, El coleccionismo de pintura en Madrid durante el siglo XIX, Madrid, 2018, p. 61.

 

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