En el capítulo anterior (aquí) habíamos hablado de cómo fue la representación de la Anunciación durante el Gótico. Con el comienzo del siglo XV el tema tendrá un gran auge, sobre todo gracias a la pintura flamenca que diseminará esta iconografía mariana no sólo en lugares de culto si no también dentro de las casas de la burguesía.

El desarrollo de la Anunciación con los primitivos flamencos en el siglo XV 

     Aunque como ya hemos visto durante el Gótico se dio un importante auge en la representación del tema de la Anunciación, gracias a la proliferación de retablos ricos en escenas sobre la vida de la Virgen, lo cierto es que será a partir del siglo XV cuando este tema iconográfico empiece a desarrollarse plenamente. A esta evolución contribuirán decisivamente la recuperación de la cultura clásica que en Italia se dará durante este periodo y la creencia de que el propio san Lucas fue pintor, lo que ayudará a los artífices a reivindicar un pasado prestigioso de su oficio. Éstos pasarán entonces de percibir la pintura y la escultura como un oficio artesanal a tomar “conciencia artística”. Considerarán su actividad como algo intelectual más que manual, a través de la cual intentarán reproducir el mundo de una forma realista, ya fuese la figura humana, los espacios o los objetos. Para ello usarán de la perspectiva para crear escenarios tridimensionales, alejándose de la utilización de los fondos dorados que caracterizaron el periodo anterior, y de la luz para representar el volumen. Esa nueva facultad plástica de los pintores, que no solamente formarán sus actitudes en los talleres sino que también cultivarán sus mentes con estudios de geometría, historia y naturaleza, hará que la capacidad expresiva de las figuras aumente exponencialmente, permitiéndoles mover libremente éstas dentro de los escenarios y rompiendo de esta forma con el hieratismo de los personajes y la estereotipación de las escenas. Asimismo, el siglo XV será el momento de nacimiento de la “devotio moderna”. Se exigirá entonces una piedad más individual, más inmediata y activa, y la nueva clase social surgida del comercio, la burguesía, gracias a su gran capacidad económica, encargará pequeños cuadros de devoción individual para decorar las capillas de sus casas.

Jan van Eyck, Anunciación, ca. 1434. Washington, National Gallery.

     Junto a la Italia del quatrocento otro centro artístico será la punta de lanza de la innovación en la pintura gracias a su potente comercio y burguesía. El Estado Flamenco-Borgoñón también va a promover un arte volcado hacia la realidad. A la plasmación naturalista de las figuras y objetos se llegará por evolución y no por recuperación o renacimiento de una cultura como en el quatrocento italiano. En esta preocupación y restitución del realismo en el arte tendrá mucho que ver el teatro religioso que desde el siglo XIV va a experimentar un gran auge. Los artistas no tenían más que representar todo cuanto se les ofrecía ante los ojos, y esto ayudó a elaborar imágenes más verosímiles, y a fijar algunos modos de representación de las figuras durante los siglos XV y XVI. Éste es el caso de la imagen de la Virgen, que en esta época es cuando se establece definitivamente en el arte occidental como una mujer de cabellos largos y rubios y con un manto azul.

Robert Campin, Anunciación, 1420-1425. Madrid, Museo Nacional del Prado, cat. P001915.

     La pintura flamenca fue durante todo el siglo XV muy apreciada en Europa, incluso en la Italia renacentista. De todas partes les llegarán gran número de encargos, y los artistas viajarán a Flandes intentando aprender las técnicas de los grandes maestros flamencos. Durante las primeras décadas del siglo XV la primera generación de pintores flamencos tales como Robert Campin o Jan Van Eyck lograrán alcanzar un realismo sin concesiones, basado en retratar lo que veían tal y como era. Como consecuencia de esto surgirán cuadros que se fijaban en los más mínimos detalles y que llegarán a unas cotas de naturalismo inimaginable. Sin embargo, esto hará que los escenarios y personajes resulten demasiado fríos y acartonados, sin emoción. Ejemplo de ello son las Anunciaciones de Robert Campin del Metropolitan de Nueva York o la del Museo del Prado, en las que la enorme profusión y preciosismo de los detalles hacen que no provoquen recogimiento ante su contemplación, sino más bien curiosidad por la observación de todos y cada uno de los pormenores. El escenario favorito para ubicar el tema de la Anunciación para estos artistas serán los entornos domésticos, esos mismos interiores que tenían los burgueses en sus casas, y en los que abundarán los elementos con una doble significación como la puerta, la ventana, la vela apagada, el jarrón con lirios, el thallit, el lecho, etc. Elementos todos ellos que ahondaban en la significación de la virginidad de María.

Robert Campin, Anunciación. Nueva York, Metropolitan Museum http://www.metmuseum.org/art/collection/search/470304

     Mientras, en Italia, para la pintura del quatrocento lo más importante será el estudio de la realidad a través de la ciencia: la perspectiva y la geometría. Sus cuadros resultarán menos reales, más idealizados, pero se conseguirá una mayor expresión de sentimientos y emociones, una realidad más poética que infundirá en el espectador una emoción de mayor exaltación religiosa. Los italianos ubicarán preferiblemente la Anunciación en pórticos, que permitían desarrollar un hortus conclusus –huerto cerrado-, o en interiores de carácter eclesiástico. En estas escenas destacará la creación de espacios a través de la perspectiva y la focalización de la escena principal gracias a la geometría y del uso de puntos de fuga.

Domenico Veneziano, Anunciación, ca. 1442. Tempera sobre madera, 27.3 x 54.0cm. Cambridge, Fitzwilliam Museum.

     Lo que tienen en común estas Anunciaciones del quatrocento italiano y las de los primitivos flamencos será su escasez de personajes, que permitirán su lectura sencilla al espectador. En ellas figurarán a lo sumo dos o tres personajes, si se añade el Espíritu Santo. Ejemplo perfecto de estas Anunciaciones son la de Fra Angelico del Museo del Prado (cat. P000015), la de Domenico Veneziano en el Fitzwilliam Museum de Cambridge (inv. 1106) o la de Hans Memling en el Metropolitan de Nueva York (inv. 17.190.7), entre otras.

Fran Angélico, Anunciación, ca. 1426. Madrid, Museo Nacional del Prado.

Hans Memling, Anunciación, 1480-1489. Nueva York, Metropolitan Museum.

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