Seguimos con nuestra serie de artículos dedicados a la iconografía de la Anunciación. Si en los anteriores habíamos visto el nacimiento de la iconografía (aquí) y su evolución en el Románico (aquí) ahora nos adentramos ya en el Gótico. Esperamos que sigáis disfrutando.

      Ya en la transición al Gótico, pero con una concepción derivada totalmente del Románico, el tema de Anunciación siguió su progresión ascendente en cuanto a su representación. Es por ello que podemos encontrarlo también en una serie de frontales de altar realizados en el ámbito catalán. En ellos puede rastrearse el influjo de la escuela italo-bizantina. En ese sentido suele aparecer el tema de la Anunciación en aquellos frontales dedicados a la figura de la Virgen, seguramente el más conocido sea el Frontal de Avià (Museo Nacional de Arte de Cataluña, nº inv. 015784-000), proveniente de dicha localidad, cerca de Lluçà, y realizado en el siglo XIII. La representación se configura entorno a una figura central de la Virgen con niño, rodeada de cuatro escenas: Anunciación y Visitación, Reyes Magos, Natividad y Presentación en el Templo.

Frontal de altar de Avià, ca. 1200. Museo Nacional de Arte de Cataluña.

     La pequeña escena de la Anunciación, separada de la Visitación mediante el recurso ya visto de una arquería con columnilla, se reduce a los personajes esenciales y a la gestualidad de las manos de éstos. El predominio del dibujo y cierto carácter más naturalista, en el tratamiento de los pliegues de los ropajes, nos dan la pista de su proximidad al incipiente gótico lineal.

     La llegada del Gótico, no sólo comportará un cambio estético, sino que también se desarrollará todo un cambio sociocultural que se acompañará de una profunda renovación espiritual. El surgimiento de las órdenes mendicantes provocará una nueva religiosidad basada en el acercamiento del hombre como camino de Dios, en el que los santos y la Virgen van a ejercer de intercesores y de ejemplo con sus vidas. Esto dará como resultado la necesidad de narrar mediante grandes ciclos decorativos tanto las vidas de éstos como la del propio Cristo. Además, el papel de las Universidades, con el surgimiento de la Escolástica, dotarán de mayor base teórica y teológica a los temas representados. Pensemos en lo fundamental que fueron los textos de San Bernardo para la iconografía de la Anunciación en el mundo occidental, como hemos comentado al hablar de la Leyenda Dorada. La nueva espiritualidad bajomedieval va a tratar de hacer de la experiencia religiosa algo más íntimo, más recogido y cercano. Es por ello que en el Gótico van a predominar los interiores domésticos para la recreación del pasaje evangélico, lo que no impide que haya ejemplos diferentes, como las representaciones de la Anunciación dentro de un templo o de una catedral, pero la habitación con el lecho al fondo y un reclinatorio o atril en primer término va a ser lo más frecuente. Ante la imagen de la Virgen hierática, que muestra la palma de la mano como símbolo de aceptación, propia del Románico, en los siglos del Gótico se va a preferir a la Virgen lectora, meditando sobre las sagradas escrituras y las profecías que anunciaban la llegada del Mesías. El ángel va a cambiar también su imagen, ahora va a ser frecuente verle iniciando una genuflexión, gesto proveniente de la práctica feudal, como símbolo de sumisión, o del teatro litúrgico.

     La estética del Gótico busca la belleza de la naturaleza como medio de llegar a Dios, todo se ve en clave trascendente. Así frente a los rígidos y estereotipados esquemas del Románico, en donde la divinidad era un ser distante, el Gótico propicia un acercamiento a la naturaleza como reflejo de esa divinidad. Ahora se busca el movimiento, el volumen, la expresión de sentimientos y la capacidad para lograr plasmarlo se verá en la propia evolución del estilo.

     El edificio que va a caracterizar el nuevo movimiento es la Catedral, aunque no es el único ya que también sobresalen los nuevos templos de las órdenes mendicantes dentro de la ciudad, así como las capillas de los gremios, motor económico de la recuperación de las ciudades. Todos estos edificios van a ser objeto de decoraciones, ya sean pictóricas, escultóricas o con otras técnicas que toman ahora auge, como las vidrieras o los tapices.

     En el caso de la escultura, vamos a encontrar ejemplos asociados a la arquitectura, como pueden ser los conjuntos de las portadas monumentales, además de relieves y figuras de bulto redondo sin la dependencia al marco arquitectónico que tenían en el Románico.

     Uno de los ejemplos más conocidos en escultura es el grupo de la Anunciación, en la portada occidental de la catedral francesa de Reims, realizada por el llamado Maestro de la sonrisa. La escena se compone sólo de las dos figuras, que se hallan incompletas, pero destaca la naturalidad del arcángel que se puede resumir en la fantástica sonrisa. Su contraposición con las figuras de la Visitación, realizadas por el llamado Maestro de las figuras antiguas, no puede ser más llamativa. Mientras que el Maestro de las figuras antiguas muestra sus conocimientos de los ejemplos de la estatuaria clásica, claramente visibles en los pliegues de los ropajes, el Maestro de la sonrisa presenta una mayor preocupación por mostrar emociones en el rostro.

     Una iconografía interesante dentro del mundo hispánico es la serie de esculturas que representan el tema de la Anunciación con María en avanzado estado de gestación. Un ejemplo reseñable de esta tipología es el grupo de la Anunciación de Caleruega en Burgos. Con esta iconografía se incide en la Encarnación, el momento de la concepción divina de Cristo justo después de oír la Virgen la salutación angélica. Para plasmar las palabras del Arcángel y la respuesta de María, ambos portan una filacteria, en la que se pueden ver restos de las palabras. Con el mensaje de Gabriel y las palabras de aceptación de María se producía la Encarnación de Cristo y el cumplimiento de las profecías de salvación. Todo esto se condensaba en la gestualidad de las manos y rostros. Seguramente se trata de una adaptación de la iconografía bizantina de la Virgen Blaquernitissa, que muestra a Cristo en su seno antes de su nacimiento. El grupo de Caleruega se compone de dos esculturas de bulto redondo hechas en piedra caliza policromada. El autor anónimo se ha preocupado de captar las expresiones de los rostros y en dar elegancia a los pliegues de los ropajes, que se acrecientan gracias a la policromía. Este grupo escultórico estaba presidiendo el convento dominico de la citada localidad burgalesa y aunque no hay acuerdo sobre su cronología, ésta se viene situando en el siglo XIV, en época del rey Alfonso XI. Este tipo de iconografía fue muy abundante en la Baja Edad Media hispánica, pero a partir del siglo XVIII la Iglesia desaconsejó su utilización y muchos de estos grupos fueron retirados de la vista de los fieles y en muchos casos se han perdido o se han conservado sólo como la figura de la Virgen de la Expectación.

Anónimo, Anunciación. Monasterio de Santo Domingo, Caleruega (Burgos).

     Respecto a la pintura, podemos distinguir diversas etapas. El primer período está representado por el denominado gótico lineal, cuya cronología suele situarse en el siglo XIII y primeras décadas del XIV y sus orígenes se sitúan en Francia con el auge de la vidriera y la miniatura. Una segunda etapa coincide con el resurgir del arte italiano, el llamado trecento, siglo XIV, que a su vez deriva del estilo de tradición bizantina del siglo precedente, el duecento, que se desarrolla en paralelo al gótico lineal. A finales del siglo XIV se desarrolla el llamado estilo internacional a partir de la extensión de la pintura trecentista gracias a la corte papal de Avignon y su reflejo en el resto de Cortes europeas.

     La nota común que va a definir a todas las etapas del gótico desde el punto de vista compositivo es la preocupación por el dibujo, la luz, el color y el espacio que van a tratar de ser lo más cercanos al natural, evitando las formas estereotipadas del Románico, y acercándose más a la experiencia de la realidad. A esto hay que unir la preocupación por la expresión y la capacidad narrativa. El sentido de conjunto tanto en la producción de vitrales, miniaturas, frontales de altar y retablos, así como la facilidad para la difusión de este tipo de imágenes y el creciente mercado artístico que favoreció el intercambio, logró que las imágenes estereotipadas se repitiesen en su esquema básico, adecuándose eso sí a las características propias de cada autor y etapa.

     De la primera etapa, el gótico lineal, los mejores ejemplos los vamos a encontrar en el campo de las miniaturas. La ilustración de códices, que en este momento empiezan a ser un bien de lujo y ostentación en las cortes y en los ámbitos catedralicios, pasará a maestros artesanos civiles, con talleres muy activos. Así encontraremos ejemplos tan interesantes como la Anunciación que se encuentra inscrita en una letra inicial, en un gradual alemán de entorno del 1300, realizado probablemente por en el monasterio de Santa Catarina en el Lago Constanza y que se conserva en el Metropolitan Museum (no. 1982.175). El predominio del dibujo, mediante una línea negra y la aplicación plana del color, característica de este periodo, no restan valor a la elegancia de las figuras y a la expresividad de los rostros que buscan una belleza natural. Como obra de este periodo, la referencia espacial es prácticamente nula, sin intento de conseguir perspectiva.

Manuscrito iluminado con la Anunciación en la letra R, procedente de un gradual, ca. 1300. Nueva York, Metropolitan Museum.

     El duecento italiano, que se desarrollará en paralelo al gótico lineal de Francia, destacará por su enorme dependencia de los modelos bizantinos. En la escuela sienesa sobresaldrá la figura de Duccio di Buoninsegna, dentro del llamado dolce stil nuovo en el que predominará la captación de la ternura y el sentimentalismo, y que se va a reflejar también en un gusto por la línea curva y el aspecto sinuoso, que se acrecentará con el uso del color. En su Anunciación de la National Gallery de Londres (NG1139), fechada entre 1308-1315, se nos muestra interesado en la recreación del espacio tridimensional de los edificios, que resuelve con el método de fugar cada parte del edificio de forma independiente hacia los extremos de la composición. Ésta se basa en la yuxtaposición de varios objetos con perspectivas autónomas, sin formar un espacio único, aunque con un resultado visual satisfactorio. Gabriel se aproxima a la Virgen señalándola con el dedo índice, en la otra mano sostiene una larga vara, derivación del caduceo de Mercurio, como hemos hablado antes. La Virgen se señala a ella misma en actitud de sorpresa o de aceptación, mientras parece que se le va a caer el libro de las manos. Su pose aparenta inestabilidad, como si la presencia angélica le hubiese sorprendido y se hubiera levantado súbitamente. En la pared del fondo aparece un jarrón con cuatro lirios blancos, símbolo de la pureza de María.

Duccio di Buonasegna, Anunciación, ca. 1310. Londres, National Gallery.

     En el trecento italiano es preciso distinguir entre las escuelas de Florencia y de Siena, con Giotto y Simone Martini como sus mejores ejemplos respectivamente. Del primero es destacable su monumentalidad, su sentido del volumen y su preocupación por la figura humana y la anatomía. Asimismo, tiene un gran sentido espacial, que se refleja en los encuadramientos arquitectónicos de carácter escenográfico con los que logra un tipo de perspectiva de múltiples puntos de vista, pero que anuncia, de cierta manera, la perspectiva de punto de fuga renacentista. En su obra maestra, la Capilla de la Arena de Padua, por encargo de Enrico Scrovegni, va a realizar una fantástica Anunciación, situada en el arco toral que separa el ábside de la nave de la capilla. La escena está dividida por el arco e inscribe a cada personaje en la misma arquitectura. En la escenografía destaca la representación de una cortina anudada a una columna, elemento que deriva de la iconografía tardo romana y paleocristiana. Gabriel arrodillado, con gesto de bendecir lleva una filacteria en su mano, y de él surgen unos rayos de luz. Mientras, María está arrodillada, con un libro en la mano derecha, cruza sus manos sobre el pecho y recibe a su vez un haz de luces que desciende desde la parte superior izquierda. Ambas figuras están resueltas con un canon robusto, monumental y elegante, y delicadeza y suavidad en el tratamiento de los pliegues.

     Por su parte, la escuela sienesa representará una vía más amable y suave, en la que se valora la belleza de líneas y combinación de los colores. Deriva del arte de Duccio y su máximo representante será Simone Martini y su obra más conocida es la Anunciación de los Uffizi, realizada en 1333 para la capilla de San Ansano de la catedral de Siena. Este temple sobre tabla destaca por la utilización del fondo dorado, para incidir en el carácter simbólico de la escena, así como por la profusión de detalles y el tratamiento de las figuras basadas en líneas sinuosas. Es destacable el arabesco del manto de Gabriel, que alude a su reciente llegada desde lo alto.

Simone Martini, Anunciación, 1333. Florencia, Galleria degli Uffizi. Foto: Wikimedia Commons.

     Dentro del Gótico internacional podemos señalar obras como la Anunciación del retablo de Felipe el Atrevido para la cartuja de Champmol en Dijon (Museo de Bellas Artes de Dijon) fechadas entre 1394-1399 y realizadas por Melchior Broederlam. En esta escena, que se representa junto con la Visitación, como es costumbre durante toda la Edad Media, destaca el marco arquitectónico en el que está inscrita la Virgen, una suerte de pórtico adornado con tracerías góticas, donde ésta lee en un atril. Su posición elevada sobre el Arcángel pone de manifiesto la jerarquía, así como la genuflexión de éste. De sus manos sale la filacteria con el texto de la salutación angélica. Cada elemento arquitectónico tiene su propio punto de fuga, pero destaca la preocupación por captar el espacio. En la zona superior de la escena, de la boca de Dios padre, quien está rodeado de ángeles, sale un haz de luces hacia María, símbolo de la Concepción de Cristo.

Melchior Broederl, Anunciación del retablo de Felipe el Atrevido, 1394-1399. Museo de Bellas Artes de Dijón. Foto: Wikimedia Commons.

     Sin abandonar la corriente del Gótico internacional, pero en el ámbito hispánico, el tema de la Anunciación será común en multitud de retablos dentro del ciclo de la vida de Cristo o de la Virgen. Podemos destacar varios ejemplos, como el Retablo de la Virgen del Maestro de Torralba, hoy en el Museo del Prado procedente de la Colección Várez Fisa (cat. P008121) fechado en torno a 1435-1440 y realizado en el ámbito aragonés. En él destaca la inclusión de la escena de la Anunciación en el interior del dormitorio de la Virgen, con un gran protagonismo de la cama ricamente vestida con dosel, todo en tonos rojos. La Virgen, sentada sobre trono dorado, cruza las manos sobre el pecho y el libro queda en segundo término sobre lo que parece una mesa de madera o quizá un arcón. La arquitectura de la estancia se completa con la insinuación de un techo de vigas de madera y la aparición de una columnilla que genera dos arcos para crear una perspectiva que se complementa con el suelo de baldosas, representado de forma abatida.

Maestro de Torralba, Anunciación, 1435-1440. Madrid, Museo Nacional del Prado.

     Otro ejemplo del estilo internacional, pero esta vez en el ámbito leonés, es el retablo que Nicolás Francés realizó para un monasterio franciscano y que fue trasladado a la capilla de la granja del marquesado de Esteva de las Delicias en La Bañeza (León), y hoy en el Museo del Prado (cat. P002545). En la tabla dedicada a la Anunciación podemos rastrear los ecos evidentes del trecento, sobre todo de Simone Martini, al que parece seguir en la composición. María leyendo de rodillas sobre un atril se gira hacia el Arcángel, que está haciendo una genuflexión y su manto vuela para marcar su descenso. El pintor ha situado entre ellos de forma muy evidente un gran jarrón con lirios blancos. En el centro de la tabla, asomando detrás de un tejado porticado, aparece Dios padre, con la tiara triple, que lanza un haz de rayos hacia la Virgen con la pequeña paloma del Espíritu Santo. En esta representación cabe destacar la arquitectura de tonos rosáceos que hay a la izquierda de la composición, con una evidente preocupación por la captación espacial, que no se corresponde con el tamaño de las figuras, pues resulta demasiado pequeña. La aparición de una figura sacando agua del pozo, puede ser una referencia directa a los evangelios apócrifos.

Nicolás Francés, Anunciación en el Retablo de la vida de la Virgen y San Francisco, 1445-1460. Madrid, Museo Nacional del Prado.

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