“El Observatorio Astronómico de Madrid es una de las últimas obras de Juan de Villanueva, desconocida para la gran mayoría, tan considerable, que ni siquiera está catalogada como monumento nacional”

Antonio Fernández Alba: El Observatorio Astronómico de Madrid de Juan de Villanueva, Xarait ediciones, Madrid, 1979.

El Observatorio de Madrid durante la Guerra de la Independencia. Grabado publicado por Bacler D’Albe en Souvenirs Pittoresques-Campagne d’Espagne. Reproducido por Fernández Alba.

          En el cerrillo de San Blas, en la Villa y Corte de Madrid, subsiste casi milagrosamente un pequeño edificio conocido en su silueta por los madrileños, pero que guarda en su interior el aura mistérica de las ciencias puras, que en ocasiones se nos presentan como algo remoto al ciudadano de a pie. Ubicado en terrenos que lindaban con el Real Sitio del Buen Retiro, aquí proyectó el rey ilustrado, Carlos III, la construcción de un edificio científico que viniera a dar colofón a su plan de transformación urbana del conjunto del Paseo del Prado, para convertirlo en un paseo de las Ciencias y el conocimiento. El trazado urbano que Villanueva realiza para este conjunto responde al principio de reiteración arquitectónica tan característico de la cultura neoclásica y que contribuyó a crear el eje urbano más representativo y reconocible del Madrid actual, que como bien sabrán, aspira a ser Patrimonio de la Humanidad por la UNESCO.

Isidro González Velázquez. Vista del Observatorio de Madrid. Biblioteca Nacional.

          El proyecto parece ser una sugerencia de Jorge Juan, La creación en Madrid, de una serie de edificaciones conectadas para la ciencia empírica. Así se encargará al arquitecto real Juan de Villanueva una serie de edificaciones, entre las que destacan el fantástico edificio para Gabinete de Ciencias Naturales, ahora transformado en el Museo del Prado. Junto a él se erigirá un fantástico Jardín Botánico y más allá, en las inmediaciones del camino de Atocha, se levantará el Observatorio Astronómico. Estos edificios se levantan en los terrenos asociados al Real Sitio del Buen Retiro, pues son posesiones de la corona. Aunque el cerrillo de San Blas, quedaba justo en un hueco entre el olivar de los Jerónimos, la tapia del Buen Retiro y el olivar de Atocha. Esta elección viene marcada por la necesidad de emplazar el observatorio en un lugar con buena visibilidad y elevación.

          El objetivo del rey era dar una imagen culta de la ciudad y colocarse a la vanguardia del desarrollo científico junto con otras capitales europeas. Para tal fin, la monarquía estaba pensionando en el extranjero a científicos que luego pudieran seguir su labor investigadora en las nuevas instalaciones que la corona estaba instalando en Madrid.

         El primer diseño de Villanueva era muy ambicioso, un edificio con más prestancia que aprovechaba el desnivel del cerro para construir en dos alturas, con un enorme pórtico dórico en el piso inferior de entrada, un cuerpo superior que se correspondería en gran medida al proyecto final, y un templete coronando el conjunto, que también mantendrá. El proyecto final, se ajusta bien a esta descripción de Pascual Madoz en 1857:

“El diseño lo ejecutó, por mandato de Carlos III, el arquitecto D. Juan de Villanueva quien dio principio a la obra que hemos visto concluir en el año pasado de 1847, al propio tiempo que reparar los daños que en ella causaron los franceses cuando en la guerra de la independencia colocaron un cañón en el templete del edificio.

Forma el cuerpo central del edificio un paralelogramo rectángulo, cuyas líneas mayores corren de S. a N. en la extensión de 102 pies. Ocupa la entrada principal el lado S. que es uno de los menores del rectángulo, y consiste en un esbelto pórtico que se compone de 10 columnas y 4 contrapilastras de orden corintio, con las bases y capiteles de piedra caliza y los fustes de granito, de cuya materia es igualmente la escalinata y el cornisamiento. En el fondo del pórtico, al que adornan ornacinas y recuadros, se halla la puerta que da paso a un vestíbulo circular que comunica por cada lado con un salón de 42 pies de largo por 20 de ancho. En estos dos salones se han de colocar entre otros instrumentos el anteojo de pasos y el círculo mural. Hay dos escaleras de caracol, hechas de piedra y de excelente construcción, una de las cuales desembarca en las azoteas, cuya altura, sobre el pavimento del edificio, es de 34 pies. Corona todas las cornisas del cuerpo principal, pórtico y salones laterales que constituyen dos salas por el exterior, una balaustrada de hierro; elévase en el centro de la fábrica un gallardo templete de planta circular, compuesto de 16 columnas exentas de granito de 17 pies, con base y capiteles de orden jónico antiguo, y corresponden a ellas otras tantas pilastras en las que están aseguradas las vidrieras que cierran los intercolumnios de este lindo templete que termina en un cascarón. Desde un ángulo a otro, en los extremos de las salas, se cuentan 144 pies de E. a O. El efecto que este Observatorio produce es muy grato, habiendo mostrado en él Villanueva su inteligencia y gusto.”

Pascual Madoz: Diccionario geográfico, estadístico, histórico de España. Provincia de Madrid, 1847, p. 816.

          El edificio final recuerda en muchos elementos a su hermano mayor, el Museo de Ciencias diseñado en el Paseo del Prado y que actualmente alberga la pinacoteca.

          La falta de recursos dilató el inicio de las obras y mientras el edificio de Villanueva estaba básicamente en plano, se adecuó para observatorio el vecino altillo de San Pablo, dentro del recinto del Buen Retiro, suponemos por el nombre que junto a la antigua ermita del mismo nombre (ver artículo que le dedicamos aquí) y cerca también del cementerio del Real Sitio.

          El inicio de la construcción del Observatorio se dilata hasta la fecha de 1790, por los problemas a los que el nuevo rey, Carlos IV, debe hacer frente y que le frenan el afán constructor que había desarrollado su padre. La falta de fondos hará que las obras avancen muy lentamente. Cuando estalle la Guerra de la Independencia, el edificio esta prácticamente finalizado, pero los soldados franceses que se han acuartelado en el Real Sitio del Buen Retiro, utilizan los edificios aislados del conjunto como polvorines, así sucederá con la fábrica de Porcelana, situada en la antigua ermita de San Antonio de los Portugueses; y en este observatorio astronómico, que será arrasado. El recientemente adquirido telescopio de Herschel, será desmontado y el personal del Observatorio dispersado.

          Este telescopio de veinticinco pies encargado al astrónomo W. Herschel en 1796 y que llega en 1801, era uno de los mejores del mundo en calidad y óptica y el segundo en tamaño, por lo que se pretendía dotar al Observatorio de instrumental del altísima calidad para poder dar prestigio a las observaciones e investigaciones hechas en él. La mala suerte se cebó con esta pieza, pues a su complicado traslado desde Inglaterra, se sumará la muerta durante este trayecto de José de Mendoza Riós, persona encargada de aprender el montaje y uso, que había sido pensionado para aprender del propio Herschel. Este hecho y que fue desmontado en 1808, sólo siete años después de estrenado, nos hablan de la potencialidad perdida.

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Reproducción del dibujo de de Isidro González Velázquez que se muestra en el Biblioteca del Real Observatorio de Madrid.

          En un dibujo panorámico del arquitecto Isidro González Velázquez se puede observar el estado del edificio de Villanueva tras la Guerra y antes de los cambios que se hicieron en la restauración decimonónica.

          Tras la vuelta al trono de Fernando VII, el edificio será objeto de una sumaria rehabilitación y un intento de recuperar sus fondos, usando para ello libros de los monasterios suprimidos durante el gobierno intruso. El convulso estado de la política durante este reinado y durante la minoría de Isabel II, hará que cualquier intento de recuperar la actividad científica fracase por la falta de medios. Sólo a partir de 1841 se tomará en serio la rehabilitación del edifico y su uso, esta vez como Observatorio Meteorológico. La reforma del edificio la llevará a cabo el arquitecto Narciso Pascual y Colomer entre 1845 y 1848 y cambió el proyecto de Juan de Villanueva, añadiéndole dos cupulillas simétricas a la fachada principal y una balaustrada de hierro, elementos que hoy todavía subsisten al ser parte integrada de la imagen del edificio después de tantos años. Durante esos años, hasta la Revolución Gloriosa de 1868, que transformará el Real Sitio en un Parque público entregado a los madrileños, la vida del Observatorio parece renacer, con una plantilla fija de trabajadores. Tras la Gloriosa comienza el declive del Observatorio y su vinculación y dependencia con la Universidad Central.

Cúpula del Observatorio donde se aprecian las dos cupulillas añadidas por Pascual y Colomer y la nueva reja de hierro.

        En esta segunda etapa de florecimiento de la institución es cuando se adquirirá el Círculo Meridiano, construido por A. y G. Repsold en 1853, empleado para determinar la posición de los astros, la hora y las diferencias de longitudes y latitudes y que sigue instalado en una de las salas del edificio de Villanueva.

          En la actualidad se siguen las investigaciones en las instalaciones del Real Observatorio de Madrid, aunque no en el edificio Villanueva. En éste se han colocado algunos de los instrumentales históricos para explicar las labores que históricamente se han encargado a esta institución y que son tan importantes como establecer la hora oficial. Dentro de esa labor, tiene una especial relevancia la conservación, promoción y difusión del inmenso patrimonio arquitectónico y de instrumentación. Se ha llevado a cabo la restauración de la sala del círculo meridiano con su instrumental y de la biblioteca del edificio Villanueva, así como la instalación en la sala central del mismo del péndulo de Foucault y la reconstrucción del telescopio de Herschel, para el que se ha construido un pabellón. Además se ha realizado la construcción de instalación de la Sala de Ciencias de la Tierra y del Universo, inaugurada en 2010, donde se muestra la valiosa colección de instrumentos antiguos del Observatorio y del conjunto del Instituto Geográfico Nacional. Con una museografía clara y ordenada, las piezas contenidas en esta sala, desprenden la belleza de los instrumentos que se adecúan a la labor para la que fueron diseñados, pero además se realizaban buscando proporciones y formas que son realmente atractivas a nuestros profanos ojos. Hemos de confesar que ni la lectura de las cartelas nos arrojaban el más mínimo atisbo de cuál es la utilidad de éstas.



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