“Señores, yo me consumo.

¿Hay tan grande maravilla?

¡Qué ha gastado la villa

tres mil ducados en humo!”.

Juan de Tassis y Peralta, IIº Conde de Villamediana.

Diego Velázquez: Detalle de la escena de batalla en la Rendición de Breda o Las Lanzas. Madarid, Museo Nacional del Prado.

     La cita con la que comenzamos hoy nuestro artículo está atribuida al poeta culteranista Juan de Tassis, conde de Villamediana (Lisboa, 1582 – Madrid, 1622) con motivo de los festejos que organizó la Villa de Madrid en la Plaza Mayor el 2 de mayo de 1621 por el acceso al trono del Felipe IV. Pues de humo venimos a hablar hoy y también de gastos.

     Bien es conocido por nuestros queridos lectores el aprecio que le tenemos al Salón de Reinos, el antiguo salón del trono del desaparecido palacio del Buen Retiro, y cómo hemos batallado para dar a conocer el valor singular de este espacio dentro de nuestro patrimonio y así poder rehabilitarlo (véase aquí y aquí). Sin embargo, en el proyecto ganador del concurso internacional para su rehabilitación, parte del patrimonio del actual edificio histórico parece condenado a perecer bajo la pirueta del progreso (ver aquí).

     Como es sabido, buena parte de la decoración del Salón corrió a cargo del pintor sevillano Diego Velázquez, donde se creó un programa de exaltación del poderío militar español en Europa. Los grandes cuadros de batallas ganadas por los tercios españoles, venían a reivindicar el poder de la Monarquía Hispánica. Del Salón apenas queda el espacio, el aire diría yo, que un día ocuparon tan magnas obras de arte y que hoy espera paciente el inicio de unas obras cuando menos también controvertidas. Pero no hay que olvidar que además de los muros y los huecos, del salón se conserva, aunque con restauraciones e intervenciones posteriores, las decoraciones de la bóveda esquifada con roleos vegetales dorados y los escudos de todos los reinos de la Monarquía, que daban nombre a tan magno espacio.

Cartel de la exposición “El espíritu de la pintura Cai Guo-Qiang en el Prado”. Museo Nacional del Prado.

     En ese espacio, ahora destartalado, porque no se le ha dado el cuidado que mereciese, ha instalado el artista chino aunque afincado en Nueva York, Cai Guo-Qiang (Quanzhou, Fujijan, 1957), su eventual taller. En él está realizando una serie de obras que serán expuestas en el propio Museo del Prado a partir del 25 de octubre. El artista contemporáneo, él se define a sí mismo como “alquimista”, realiza sus pinturas usando pólvora de colores, de tal forma que en la creación artística cobra un papel importante el azar que en el momento de la deflagración de la pólvora no puede controlarse de forma exacta.

Caí Guo Quiang en acción. Foto: cuenta de Instagram del Museo del Prado.

     Como en una suerte de metáfora de las escenas de batallas del Salón, pintadas por Carducho, Cajés, Nardi, Leonardo o el propio Velázquez, la pólvora ha vuelto al Salón de Reinos, pero lo ha hecho de forma literal. El método de trabajo del señor Guo-Qiang, no deja de sorprendernos, tanto por su novedad como por su potencial peligrosidad dentro de un espacio histórico.

     La intervención del artista chino fue programada durante la dirección de Miguel Zugaza. La invitación le llegó tras la visita a la exposición El Greco y la pintura moderna (a la que dedicamos un post, ver aquí) y es en el pintor cretense en el que Guo Qiang busca la inspiración para las pinturas con pólvora que ha realizado en el Salón de Reinos y que además se acompañará con un documental realizado por Isabel Coixet.

     Si bien no nos parece mal la presencia del Arte Contemporáneo en el Museo, ni tenemos nada en contra del artista de Quanzhou, -de hecho su obra nos parece muy interesante-, si que queremos objetar sobre cómo se está realizando la suerte de espectáculo en el que se ha convertido el taller. No creemos que las deflagraciones, explosiones y humaredas provocadas por la pólvora sean inocuas en la conservación de un espacio tan representativo. Parece del todo inadecuado la elección del taller habiendo disponibles otros lugares en la ciudad, por ejemplo arquitecturas industriales más adecuadas. ¿Acaso se está dando por pérdida la decoración de la bóveda?

     Con la excusa de esa creación artística, se ha montado una exclusiva exhibición del método de trabajo con pólvora a la que están acudiendo en peregrinación artística, los miembros del patronato, conservadores, alumnos de Bellas Artes y periodistas. Nos hacemos eco de la crónica que nuestro compañero Peio H. Riaño hace del espectáculo montado por el artista chino (ver aquí) ya que no hemos podido presenciar en directo dicho evento. La inaccesibilidad para los visitantes del museo, unida a la propia campaña de difusión, está generando un gran interés por el resultado final. Está claro que los museos buscan nuevas vías de publicidad, marketing y reinvención. Nada que objetar a ese respecto, si no fuera por que el espacio escogido ya ha sido suficientemente maltratado por la historia y en el proceso de creación de las obras éste pueda sufrir un accidente irreversible. Los criterios para la conservación de los edificios y piezas artísticas indican que la prioridad es la seguridad de éstas y el que no corran riesgos innecesarios. Por lo tanto, ¿no habría sido mejor buscar otro espacio y no jugar con fuego? Por que cómo dijo el poeta:

“… y como el incauto niño / que con la pólvora juega / alrededor de las ascuas / entre cenizas envueltas, / que ningún peligro teme / hasta que una chispa vuela, / que la pólvora inflamando, / su cara y sus manos quema,…”.

Los tres iguales, comedia de 1827.

Detalle del Socorro de Brisach, Jusepe Leonardo. Museo del Prado.

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