“Museo: Lugar en que se guardan colecciones de objetos artísticos, científicos o de otro tipo, y en general de valor cultural, convenientemente colocados para que sean examinados”.

     Esta es la principal de las acepciones que la RAE da de la palabra museo. Esas instituciones que muchos de nosotros amamos. La semana pasada justamente tuvieron lugar dos acontecimientos que nos han llevado a reflexionar nuevamente sobre estas instituciones. Una fue la celebración en la Real Academia de Bellas Artes de San Fernando del Congreso Internacional de Museografía: “La Conferencia de Museos de 1934 en perspectiva”; y la otra ha sido el fallo del concurso para la rehabilitación del Salón de Reinos como parte museística del Museo Nacional del Prado a favor del equipo integrado por Foster + Partners L.T.D. y Rubio Arquitectura S.L.P.

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     En el congreso de la semana pasada estuvimos analizando la Conferencia de Madrid en 1934. Ésta está considerada como la primera reunión internacional dedicada a la museografía en la que un nutrido grupo de profesionales y directores de los principales museos del mundo se reunieron para intentar poner en común sus experiencias y analizar aspectos como la iluminación de las salas museísticas, la organización de depósitos y almacenes o la mejor forma de exponer las colecciones. En ella se llegaron a una serie de conclusiones y propuestas que se plasmaron en unas actas. Resumiendo muchísimo, en éstas actas lo que se pide es que tanto la investigación, como la iluminación, exposición y divulgación esté supeditado a la mejor conservación de los bienes que se albergan en el museo. Asimismo se pedía en lo que a los edificios museísticos se refiere, que si estos eran rehabilitaciones de edificios antiguos se respetara al máximo su estructura y entorno, pero proporcionando adecuadas medidas de iluminación, control de temperatura y seguridad; y que cuando se construyeran nuevas edificaciones se analizara el contenido que debía de ser expuesto antes de la realización del continente. En este sentido se puso de ejemplo en varias ocasiones como demostración de buena praxis museística el Museo Kimbell, en Forth Worth, Texas, creado en 1972 por el arquitecto Louis Kahn para albergar la colección del millonario tejano Kay Kimbell.

Interior de una de las galerías del Museo Kimbell.

Interior de una de las galerías del Museo Kimbell.

     En éste la luz se difumina a la perfección para que cada pieza tenga su protagonismo y las galerías, gracias a la posibilidad de panelarlas de múltiples formas, sirven de perfecto lienzo en blanco para crear el discurso expositivo más adecuado en cada momento. Es un museo para disfrutar del arte. Que tiene a las obras como sus máximos protagonistas y cuya arquitectura pasa desapercibida, por que lo importante es servir de continente perfecto a lo que se está exhibiendo.

     Sin embargo, mientras que hay casos en los que se han seguido las recomendaciones establecidas por la Conferencia de Museos del 34, lo cierto es que la una gran parte de los museos no las tuvieron en cuenta. Ese es el caso, por ejemplo, del emblemático Guggenheim de Nueva York. Uno de los edificios más bellos de la arquitectura del siglo XX, indudablemente, pero con el que Frank Lloyd Wright creó un edificio insignia en el que el acomodo de las colecciones artísticas no era el objetivo primordial. De hecho es sumamente compleja la ubicación de las pinturas en los muros curvos y en rampa que lo dan forma.

     El edificio creado por Lloyd en 1959 cambió para siempre el panorama de los museos. A partir de ese momento cada vez más se siguió la tendencia de crear edificios representativos sin tener por qué tomar en cuenta las colecciones que iban a albergar. De hecho se derivó en una espiral de construir museos en los que no tenía por que haber una colección… El máximo exponente de esto último fue otro Guggenheim, el de Bilbao, creado por Frank Gehry en 1997. Un edificio que cambió completamente el rumbo de la ciudad que lo acoge y cuyo éxito fue tomado como referencia para muchas ciudades de todo el mundo. A partir de ese momento la semántica de la palabra museo creo que cambió para siempre. Para las nuevas generaciones cuando se habla de museos sólo piensan en los edificios, en la arquitectura, y no en el continente que albergan. La arquitectura se ha convertido en la medida del éxito, en el reclamo absoluto. Se ha pasado de intentar encontrar un tipo de edificio que sea el museo perfecto a buscar el logotipo que llame la atención del público.

Exterior del Guggenheim de Bilbao desde la ria.

Exterior del Guggenheim de Bilbao desde la ria.

     Tengo la sensación de que se ha perdido el rumbo que se había marcado en pos de la atracción en masa del público. Es por ello que se ha producido una explosión de museos sin colección (MUSAC, Guggenheims varios…); de sedes subsidiarias para sacar el mayor partido económico a instituciones cuya labor principal debería ser la de conservar los bienes no tenerlos en un constante ir y venir por el mundo (sedes varias del Hermitage, Louvre, etc.); y de exposiciones temporales que se han convertido en el blockbuster de las instituciones como mejor reclamo de las masas. Hay que realizar grandes exposiciones, no importa su valor científico, ni que la gente pueda apreciar las obras (si en una sala entran 200 personas mejor meter 500…), ni que las piezas sufran en interminables traslados… Lo importante es que haya grandes colas en el exterior de los edificios, que se agoten las entradas por que además éstas si que las ponemos a precio de oro.

     ¿De qué sirven las reuniones de profesionales, sus reflexiones y recomendaciones de cómo deben ser los museos si luego no se crean documentos vinculantes? Al menos estas reuniones deberían fijar el rumbo de las instituciones públicas, pagadas con el dinero de todos. Quizás así se podrían poner coto a nuevos museos o rehabilitaciones donde se supedita la museografía a atraer más público o a ideas políticas, y no a velar por la mejor conservación del patrimonio que albergan. Ejemplo de esto último es un museo recien rehabilitado, el Museo de San Telmo, y uno de nueva creación y que todavía no ha sido inaugurado, el Museo de las Colecciones Reales.

     El Museo de San Telmo ha sido objeto de una enorme ampliación, pero sus fondos históricos han sido expuestos en una sola galería y de forma abigarrada en la tercera planta, dejando el resto del enorme edificio para mostrar la historia, cultura y modos de vida del pueblo vasco. Me parece genial, es una exposición contada de forma muy didáctica y atractiva, pero se ha hecho hincapié de forma un tanto politizada a algunos aspectos mientras que la colección histórica ha quedado relegada y completamente minusvalorada. Y lo que está claro es que las obras de arte no tienen culpa de nada para tener que estar penando a quince centímetros del suelo…

     En lo que se refiere al Museo de las Colecciones Reales, José Luis Díez, director de las colecciones reales, participó en el Congreso al que hemos asistido y habló sobre la nueva propuesta muséistica que va a suponer el museo de las colecciones reales. En las cuatro plantas que van a componer el museo una va a ser el atrio de entrada, otra va a contar en imágenes las historia de los Trastámara y los Austrias, una tercera la de los Borbones y una cuarta va a quedar para exposiciones temporales. Sobre el papel una propuesta muy atractiva. El problema: van a seleccionarse obras de los Reales Sitios, que forman parte de sus decoraciones históricas, para poder “vestir” este nuevo museo. Sin embargo, para no privar a sus lugares originales de ciertas obras para siempre se va a recurrir a la rotación de las piezas. Es decir, vamos a estar poniendo en movimiento a obras tales como los retratos de Carlos IV y María Luisa de Parma de Goya o La túnica de José de Velázquez (según las diapositivas que el propio director de las colecciones reales mostró). Si alguno tenéis experiencia en un museo sabréis que el mayor riesgo que corren las obras de arte es durante sus movimientos y traslados. Se busca nuevamente atraer a la gente con novedades continuas, gratificandola cada poco, pero la verdadera necesidad de las colecciones reales, aunque no este no fuera un museo que atrayera a masas sería el crear o rehabilitar el Museo de Carruajes, el cual lleva más de veinte años cerrado y sus maravillosas piezas sin exhibirse. Esta idea era la que predominaba en el planteamiento inicial del museo de las Colecciones Reales y con la que realmente se mostraba lo que permanece “oculto”.

Planteamiento museístico inicial del Museo de las Colecciones Reales.

Planteamiento museístico inicial del Museo de las Colecciones Reales. Fotografía de El País.

     ¿Se nos ha olvidado, como nos dijo en el congreso el arquitecto Carlos Baztán, que la principal labor de un museo es conservar las piezas que alberga? ¿Se nos ha olvidado que como se propugnaba en la Conferencia del año 1934 todo, es decir, iluminación, investigación, exposición y divulgación debería estar supeditado a la mejor conservación de los bienes que albergan los museos? Los museos parecen que se han metido en una carrera por ganar el favor del público, por lograr todos los años un record en el número de visitantes, sin que parezca que importe nada más. Hace poco Miguel Zugaza, director del Museo del Prado, planteaba en una conferencia una gran pregunta: ¿cómo se mide el éxito de un museo? Parece que la respuesta que se está buscando está solamente en los índices de visitas, mientras que a todos nos debería preocupar que el éxito se midiera en función de lo bien que se cuidan, investigan y divulgan sus obras.

     Para terminar quería hablar del fallo del concurso para la rehabilitación del Salón de Reinos. No quiero valorar el proyecto en profundidad hasta que el día 1 de diciembre no se exhiban en el Museo todas sus características. No obstante, lo que parece obvio, a través de las secciones y reconstrucciones virtuales que el museo ha colgado, es que la intervención arquitectónica quiere ser protagonista en un lugar donde lo deberían ser las piezas que va albergar… de las que de momento no sabemos cuáles van a ser. Asi que no sabemos si la soñada reconstrucción del Salón de Reinos por la que muchos de nosotros luchamos (ver aquí) se llevará a cabo o no. De momento lo que se ha primado es el golpe de efecto, el crear un edificio espectacular y sumamente moderno que rompe con su entorno y con la historia del existente. Una intervención que en cualquier otro edificio protegido del siglo XVII y que fuera propiedad de un particular no se permitiría en ningún caso. Asimismo hay elementos como el Salón Árabe, que era de obligado mantenimiento, que parecen que podrían desaparecer a la vista de la sección mostrada del proyecto, en pos de una mayor luminosidad y apertura del conjunto hacia el exterior. Es cierto que estas soluciones de “semi enmascaramiento” moderno en edificios preexistente ya se han utilizado con anterioridad como es el caso de la ampliación del Royal Ontario Museum, pero la antigüedad del edificio y el entorno son completamente diferentes.

Fachada tras la ampliación del Royal Ontario Museum, Toronto.

Fachada tras la ampliación del Royal Ontario Museum, Toronto.

     Conclusión, creo que tenemos mucho que reflexionar sobre los museos, sobre su deriva hacia el fenómeno de masas y sobre la importancia que el continente ha ganado sobre el contenido. Hay que tener muy presente una máxima: Un museo sin colección es sólo un edificio.

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