Hay lugares que resultan especiales y que hacen que uno se sienta como en casa. Como si todo lo que estuviera viendo hubiera sido escogido de igual modo sí hubiera tenido la ocasión de elegir. Eso me ocurre cada vez que visito la Frick Collection de Nueva York, posiblemente uno de mis lugares preferidos del mundo. Y no sólo por que se encuentre en una ciudad que adoro, que también, sino por que todo lo que la compone me parece de un gusto fantástico y me enamora lo sencillo de la arquitectura y cada una de las piezas que compone la colección y su disposición.

Vista exterior de la Frick Collection.

Vista exterior de la Frick Collection.

     La mansión donde se encuentra la Frick fue construída por Henry Clay Frick, un existoso industrial americano, entre 1913 y 1914, y encargada a la firma de arquitectos Carrère y Hastings. Su emplazamiento, no podía ser más único, ya que se encuentra en la 5ª Avenida entre las calles 70 y 71, justamente enfrente de Central Park y a escasas manzanas del Metropolitan Museum. La idea de Henry Clay era crear una casa cómoda, que no resultara demasiado ostentosa y que diera cobijo perfecto a su colección de pintura, escultura y artes decorativas.

     Desde un principio la idea con la que se construyó la casa era la de que en un futuro albergara un museo, “una galeria pública donde todo el mundo tuviera acceso para siempre”. En su testamento Henry Frick había legado tanto la casa como todos las obras de arte y el mobiliario para que en un futuro, tras la muerte de su esposa, fuera convertida en una galería llamada “The Frick Collection”. Asimismo hacía una donación de 15 millones de dolares para que fuera usado en el mantenimiento de la colección y para nuevas adquisiciones. Su deseo se hizo realidad en diciembre de 1935, años después de la muerte de Henry en 1919, cuando oficialmente se inauguró el museo al público.

     Henry Frick sintió una afición por las artes desde edad temprana. Ya en 1870 se mencionaba que vivía rodeado de pinturas y dibujos. Durante más de cuarenta años la gran pasión de Frick fue la adquirir obras para ampliar su colección de arte europeo, no sólo con pinturas, sino tamibén con esculturas, dibujos, grabados, artes decorativos, mobiliario, plata o alfombras. Su coleccionismo de obras irá creciendo sustancialmente según avance el siglo XX, como puede verse a la perfección en el “Timeline of Acquisitions” presente en la web del museo. Así es perceptible que mientras que en sus primeros años se interesó por artistas más o menos coetáneos como Corot, Troyon o Daubigny; posteriormente, a partir de la primera década del siglo XX, se irá centrando en la adquisición de grandes artistas del XVII como Van Dyck, Rembrant, El Greco, Frans Hals o Vermeer.

     Hasta que en los años finales de su vida entre 1910 y 1919 se hará con más de 500 piezas entre ellas los paneles de Fragonard, que adquirió tras la muerte de J.P. Morgan en 1913 a su hijo y heredero de éste, para los cuales se acondicionó el conocido como salón Fragonard del edificio; el magnífico San Francisco en el desierto de Giovanni Bellini, una de las auténticas joyas de la colección; las alegoría de Veronese del Vicio y la Virtud y la Sabiduría y la fuerza; o la que para nosotros es la principal obra del museo, el Felipe IV en Fraga de Diego Velázquez. Esta obra, de hecho, fue un empeño personal de Henry Frick, que quería para su colección un Velázquez completamente documentado, y su adquisición fue una de las más importantes, economicamente hablando, de las realizadas por éste.

     Tras la muerte de Henry Frick la colección siguió creciendo, añadiendo a su legado unas cincuenta obras más adquridas a través de los fondos que éste dejó o con la aceptación de donaciones. Por su parte, su hija Helen, nacida en 1888, creó en 1920 la Frick Art Reference Library de la cual estuvo al frente como directora hasta 1983, un año antes de que falleciera a los 96 años de edad.

     La Frick es un lugar exquisito, donde todo está mimado al detalle. Una visita por las 16 salas que componen esta pequeña joya de la historia del arte permiten admirar algunas de las piezas del arte europeo más singulares y valiosas de todos los tiempos. Una colección única que fue reunida por un verdadero amante del buen arte y que se centró en los últimos años de su vida en hacer posible su sueño y luego poderlo compartir con el mundo.  Asi que si alguna vez me pierdo y no me encontráis ya sabéis dónde podéis empezar a buscarme…


 
La sala oval en 1935 con el Velázquez presidiéndola.

La sala oval en 1935 con el Velázquez presidiéndola.

     Para todos aquellos que no tengáis la fortuna de poder ir a Nueva York, aquí os dejamos un pequeño video sobre la Frick y os recomendamos encarecidamente que visitéis su espectacular página web que cuenta con muchísima información.

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