IMPORTANTE: Ante vuestros comentarios hemos creado una petición en Change.org para solicitar al Museo del Prado y a la Dirección General de Bellas Artes que se recupere y reconstruya el Salón de Reinos. Si quieres apoyar esta petición tan sólo tienes que firmarla (aquí).    

     Ayer nos enterabamos de la noticia de que el Salón de Reinos, sede durante años del Museo del Ejército, el cual fue desmantelado para servir de anexo al Museo del Prado y poder recrear en él una parte esencial de las decoraciones pictóricas de Felipe IV, será recuperado por la Dirección General de Bellas Artes para celebrar exposiciones de fotografía a partir del próximo verano. De un plumazo se producía una doble impotencia, por una parte ver cómo todo un Museo se desmanteló y llevó a Toledo, siendo uno de los museos decimonónicos más interesantes de Madrid, para que finalmente el edificio donde se alojaba no cumpliera el objetivo propuesto; y por otro lado, se rompía el sueño de poder ver recreada una de las decoraciones ideadas por Velázquez y ver en su contexto original toda una serie de obras conservadas por el Museo Nacional del Prado. Tras años de paralización del proyecto, finalmente la falta de dinero o de interés, ha hecho que perdamos una oportunidad extraordinaria y que la única reconstrucción que sigamos teniendo del Salón de Reinos sea la virtual. Vamos a explicar hoy un poco la importancia de esta sala y de sus decoraciones, para que comprendamos en toda su extensión la enorme oportunidad perdida.

Antigua crujía del Palacio del Buen Retiro donde se situa el Salón de Reinos, durante años Museo del Ejercito.

Antigua crujía del Palacio del Buen Retiro donde se sitúa el Salón de Reinos, durante años Museo del Ejercito.

     Como ya hemos contado anteriormente (aquí), el Palacio del Buen Retiro comenzó a construirse en los años treinta del siglo XVII como un lugar donde el rey Felipe IV pudiera evadirse de la realidad que le rodeaba (aquí). Dentro del entramado de crujías, galerías, plazas, jardines, etc. se creó un lugar donde se diera cita la crónica histórica victoriosa de una monarquía que comenzaba su decadencia. Ese lugar fue el Salón de Reinos, cuyo nombre fue tomado por la representación de los escudos de los veinticuatro reinos españoles que en él se encontraban, y aún hoy se encuentran, en los lunetos de la bóveda. En el siglo XIX la práctica totalidad del palacio desapareció victima en buena parte de la especulación de sus terrenos (aquí). Tan sólo sus jardines, convertidos en parque público, el Casón del Buen Retiro, con su bóveda pintada por Luca Giordano (aquí), de la que hablaremos largo y tendido próximamente, y el Salón de Reinos han sobrevivido hasta nuestros días.

Vista del Salón de Reinos durante una exposición celebrada allí en el año 2011.

Vista del Salón de Reinos durante una exposición celebrada allí en el año 2011.

     En su época este salón tomó diferentes denominaciones según los documentos: Salón dorado (por el predominio de este color en la decoración), Salón de reyes (por estar representados en él Felipe III, Felipe IV, Isabel de Borbón, Margarita de Austria y el príncipe Baltasar Carlos), Salón de batallas (por representarse en él doce cuadros de famosas victorias) o Salón de comedias (por darse lugar allí algunas representaciones antes de que se creara un lugar más adecuado para su puesta en escena). La identificación de todos estos nombres con un mismo salón, la realizó Elías Tormo hacia 1912, después de largas investigaciones.

     El salón, una gran habitación rectangular, estaba situada en el centro del ala norte del palacio. Era el triple de largo que de ancho (34,6 x 10 metros) y tenía una altura de techos de 8 metros. Una balconada de hierro daba la vuelta a la habitación en su parte superior, dando a los cortesanos un lugar privilegiado para contemplar los espectáculos que tenían lugar en ella. Veinte ventanas (10 superiores y 10 inferiores) permitían la entrada de luz abundante que iluminaba tanto el mobiliario como el resto de la decoración. Los suelos estaban cubiertos de albombras orientales y entre cada uno de los diez ventanales bajos, así como a cada lado de las puertas, se situaban mesas de jaspe. Asimismo junto a cada una de las doce mesas se erguía un león rampante de plata sosteniendo las armas de Aragón, regalo del protonotario Villanueva. En cuanto a la decoración pictórica ésta se realizó según un programa elaborado por el Conde Duque y llevado a la práctica por Juan Bautista Maíno y Diego Velázquez. Para su ornato se escogieron a algunos de los pintores más brillantes del momento como el caso de los dos ya citados y otros como Francisco de Zurbarán, José Leonardo, Antonio de Pereda, Vicente Carducho, etc. Los pintores tuvieron que atenerse a un plan preestablecido de temas, dimensiones y lugares. Todas las obras, como así lo demuestra el retrato del príncipe Baltasar Carlos, estaban creadas y su composición determinada, por el lugar al que iban destinadas y en estrecha relación con las obras que iban a rodearlas. Se cree que esa cuidadosa colocación de los cuadros puede deberse a Velázquez, quien como Superintendente de obras y Aposentador tenia entre sus funciones la de la “composición de los palacios”.

     La decoración de la sala estaba compuesta por doce grandes cuadros de temática histórica colocados entre las ventanas; diez lienzos que representaban los trabajos de Hércules colocados sobre las ventanas; y cinco retratos ecuestres en los que se reflejaban a los reyes anteriores, Felipe III y Margarita de Austria, los presentes, Felipe IV e Isabel de Borbón, y futuro, encarnado en el Príncipe Baltasar Carlos. Como remate de todo ello, como ya hemos indicado, la bóveda presentaba una decoración al temple en la que figuraban los escudos de todos los reinos, junto a una serie de motivos ornamentales como son tallos, roleos, frutos… en color dorado.

     Analizaremos ahora los cuadros y su significación dentro del salón:

     Las doce grandes pinturas, representan las victorias militares más importantes obtenidas en los últimos años, las cuales daban fe del valor militar español. Estos cuadros fueron realizados por ocho de los pintores más importantes del momento y de todas ellas tan sólo no ha llegado a nuestros días “La expulsión de los holandeses de la isla de San Martín” de Eugenio Cajés.

Diego Rodríguez de Silva y Velázquez: El sitio de Breda. Museo Nacional del Prado, Madrid.

Diego Rodríguez de Silva y Velázquez: El sitio de Breda. Museo Nacional del Prado, Madrid.

Francisco de Zurbarán: Defensa de Cádiz. Museo Nacional del Prado, Madrid.

Francisco de Zurbarán: Defensa de Cádiz. Museo Nacional del Prado, Madrid.

Antonio de Pereda: Socorro de Génova. Museo Nacional del Prado, Madrid.

Antonio de Pereda: Socorro de Génova. Museo Nacional del Prado, Madrid.

Juan Bautista Maíno: Reconquista de la Bahía de Brasil. Museo Nacional del Prado, Madrid.

Juan Bautista Maíno: Reconquista de la Bahía de Brasil. Museo Nacional del Prado, Madrid.

José Leonardo: Socorro de Brisach. Museo Nacional del Prado, Madrid.

José Leonardo: Socorro de Brisach. Museo Nacional del Prado, Madrid.

José Leonardo: Rendición de Juliers. Museo Nacional del Prado, Madrid.

José Leonardo: Rendición de Juliers. Museo Nacional del Prado, Madrid.

Eugenio Cajés: Recuperación de San Juan de Puerto Rico. Museo Nacional del Prado, Madrid.

Eugenio Cajés: Recuperación de San Juan de Puerto Rico. Museo Nacional del Prado, Madrid.

Félix Castello: Reconquista de la Isla de San Cristobal. Museo Nacional del Prado, Madrid.

Félix Castello: Reconquista de la Isla de San Cristóbal. Museo Nacional del Prado, Madrid.

Vicente carducho: Victoria de Fleurus. Museo Nacional del Prado, Madrid.

Vicente Carducho: Victoria de Fleurus. Museo Nacional del Prado, Madrid.

Vicente Carducho: Socorro de Constanza. Museo nacional del Prado, Madrid.

Vicente Carducho: Socorro de Constanza. Museo Nacional del Prado, Madrid.

Vicente Carducho: Expugnación de Rheinfelden. Museo Nacional del Prado, Madrid.

Vicente Carducho: Expugnación de Rheinfelden. Museo Nacional del Prado, Madrid.

     De las batallas se eligen los momentos iniciales o finales de los enfrentamientos, evitando lo cruento. Los lienzos para el Salón de Reinos pueden agruparse en dos grupos: los que tienen un tono más grandilocuente y toman como protagonista al capitán vencedor, como es el caso de la “Reconquista de Puerto Rico” de Cajés o de “El Socorro de Constanza” de Carducho, y los que tienen un tono más bajo y muestran la entrevista entre el general vencido y el general victorioso, como las “Lanzas” de Velázquez o la “Toma de Juliers” de Leonardo. Con toda esta serie de cuadros se pretendía expresar el poderío y la hegemonía entre las naciones del ejército español, allí donde se cuestionara su poder o la fe cristiana.

      Los diez trabajos de Hércules iban a ser doce, tal y como cuenta la mitología, pero al decidir colocarse las historias sobre las ventanas y ser éstas tan sólo diez, se redujo el número de representaciones. Esta serie fue encargada a Francisco Zurbarán, pintor al que también se le encargó uno de los cuadros de batallas. A través de estos lienzos se pretendía simbolizar al rey como nuevo Hércules, como el héroe gracias al cual se conservaban el conglomerado de reinos que era el Imperio español.

     Los cinco retratos ecuestres fueron pintados por Velázquez, aunque es probable que los cuadros de Felipe III y Margarita de Austria contaran con la ayuda de Bartolomé González sobre todo en lo referente al vestuario. Hoy en día ambos lienzos, tras la restauración de éstos en el año 2012 (aquí), figuran sin las tiras que se les añadieron en el siglo XVIII. La serie estaba completada con los retratos de Felipe IV e Isabel de Borbón y de su hijo, el príncipe Baltasar Carlos. Se representaba de esta forma el pasado, presente y furturo de la monarquía hispánica.

     Finalmente, las pinturas al temple de la bóveda con los escudos de los reinos representaban los veinticuatro reinos que configuraban el Imperio español de los Habsburgo. Un conglomerado de reinos, no una unidad, que necesitaban de un gran esfuerzo para su conservación.

     La conservación tanto del espacio físico como de casi la totalidad de la decoración pictórica de la sala, a excepción del cuadro de Eugenio Cajés que ya hemos mencionado, ha permitido la recreación virtual del espacio en múltiples ocasiones. Tanto Brown y Elliott en su libro “Un palacio para el Rey”, como Diego Camacho y Carmen Montilla en su artículo para la revista del Ejército de Tierra, como más recientemente Carmen Blasco en su “proyecto hacia el pasado” o la reconstrucción del ya difundo profesor Álvarez Lopera, en el catálogo de “El palacio del rey planeta”, han pretendido dar respuesta a la incógnita de cómo estarían colocadas las obras. A nuestro entender, es la reconstrucción del profesor Álvarez Lopera la más acertada, aunque la reconstrucción virtual que muestra el Instituto Cervantes es la realizada por Carmen Blasco (aquí).

Reconstrucción realizada por Carmen Blasco.

Reconstrucción realizada por Carmen Blasco.

     En definitiva, hemos perdido una ocasión única de pasar de lo virtual a la realidad. De recuperar uno de los pocos espacios del siglo XVII de los que se posee la práctica totalidad de la decoración. Un espacio que en su día pretendió simbolizar el espíritu nacional, algo que también, en su concepto flexible y de dar a cada uno su espacio, hemos perdido. Triste haber malogrado esta oportunidad cuando estaba tan a nuestro alcance…

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