Las vías de la creación iconográfica parten de la necesidad de dotar a las imágenes de contenidos que se entendieran en el marco de las doctrinas y mentalidades de cada época. En ocasiones, un santo de devoción popular durante mucho tiempo, como es la propia figura de María Magdalena, vinculada a su participación en la biografía de Cristo; va a adquirir un protagonismo mayor, cuando pueda ser utilizada para encarnar las nuevas doctrinas y necesidades de la Iglesia durante la Contrarreforma. Hoy os acercamos de dónde sale la representación iconográfica de esta santa.

Pedro de Mena. Magdalena penitente. Museo Nacional de Escultura (Valladolid) dep. del Museo del Prado.

          María Magdalena es uno de los personajes relacionados con la biografía de Cristo cuya vida más se ha visto influenciada por las tradiciones y las leyendas medievales. Siendo una de las pocas mujeres que aparecen con nombre propio en los Evangelios, desempeñando además un papel fundamental en el ciclo de la Pasión, pronto se fusionó con otra mujer anónima del relato evangélico, la mujer pecadora, que transformaron a la santa en prototipo de santo arrepentido, por lo que se propiciará su culto durante toda la Edad Media y sobre todo con el auge de la iconografía de los santos penitentes tras el Concilio de Trento.

          En realidad, la construcción y transformación de este personaje bíblico se comienza a fraguar cuando Gregorio Magno identifica como referidas a la misma persona las distintas noticias de los evangelios, de tal forma, que María Magdalena es la mujer a la que Cristo expulsa siete demonios:

<<Yendo por ciudades y aldeas, predicaba y evangelizaba el reino de Dios. Le acompañaban los doce y algunas mujeres que habían sido curadas de espíritus malignos y de enfermedades. María llamada Magdalena, de la cual habían salido siete demonios; Juana, mujer de Cusa, administrador de Herodes, y Susana y otras varias, que le servían de sus bienes>>.

(Lucas 8, 1-4).

          También se ha querido identificar con quien acompaña a la Virgen al pie de la cruz de Jesús:

<<Había allí, mirándole desde lejos, muchas mujeres que habían seguido a Jesús desde Galilea para servirle; entre ellas María Magdalena y María la madre de Santiago y José y la madre de los hijos de Zebedeo>>

(Mateo 27, 55-56).

<<Estaban junto a la cruz de Jesús su Madre y la hermana de su Madre, María la de Cleofás y María Magdalena>>.

(Juan 19, 25).

Jacob Jordaens: La Piedra. Madrid, Museo Nacional del Prado.

          Dentro del ciclo de la Pasión, participa también en su deposición y entierro:

Michelangelo Merisi Caravaggio. Entierro de Cristo. 1602-1604. Museos Vaticanos. Foto: wikipedia.

<<Llegada la tarde, vino un hombre rico de Arimatea, de nombre José, discípulo de Jesús. Se presentó ante Pilato y le pidió el cuerpo de Jesús. Pilato entonces ordenó que le fuese entregado. El, tomando el cuerpo, lo envolvió en una sábana limpia y lo depositó en su propio sepulcro, del todo nuevo, que había sido excavado en la peña, y corriendo una piedra grande a la puerta del sepulcro se fue. Estaban allí María magdalena y la otra María sentadas frente al sepulcro>>.

(Mateo 27, 57-61).

<<Informado del centurión dio el cadáver a José, el cual compró una sábana y lo depositó en un monumento que estaba cavado en la peña, y volvió la piedra sobre la entrada del monumento. María Magdalena y María la de José miraban dónde se le ponían>>.

(Marcos 15, 45-47).

Francisco Ribalta (Atrib.): Magdalena ante el sepulcro de Cristo Hacia 1612. Óleo sobre tabla. Museo del Prado.

          Aunque su escena más transcendente es su identificación con la que se encuentra el sepulcro vacío a la mañana siguiente:

<<El día primero de la semana, María Magdalena vino muy de madrugada, cuando aún era de noche, al monumento, y vio quitada la piedra del monumento>>.

(Juan 20, 1).

<<Pasado el sábado, María Magdalena, y María la de Santiago, y Salomé compraron aromas para ir a ungirle. Muy de madrugada, el primer día después del sábado, en cuanto salió el sol, vinieron al monumento. Se decían entre sí: ¿Quién nos removerá la piedra de la entrada del monumento? Y mirando, vieron que la piedra estaba removida; era muy grande. Entrando en el monumento, vieron un joven sentado a la derecha, vestido con una túnica blanca, y quedaron sobrecogidas de espanto. El les dijo: No os asustéis. Buscáis a Jesús Nazareno, el crucificado; ha resucitado, no está aquí, mirad el sitio en que le pusieron. Pero id a decir a sus discípulos y a Pedro que os precederá a Galilea; allí le veréis, como os ha dicho. Saliendo, huían del monumento, porque el temor y estupor se habían apoderado de ellas, y a nadie dijeron nada; tal era el miedo que tenían>>.

(Marcos 16, 1-8).

<<Pasado el sábado, ya para amanecer el día primero de la semana, vino María Magdalena con la otra María a ver el sepulcro. Y sobrevino un gran terremoto, pue un ángel del Señor bajó del cielo y acercándose removió la piedra del sepulcro y se sentó sobre ella. Era su aspecto como el relámpago, y su vestidura blanca como la nieve. De miedo de él temblaron los guardias y se quedaron como muertos. El ángel, dirigiéndose a las mujeres dijo: No temáis vosotras, pues sé que buscáis a Jesús el crucificado. No está aquí; ha resucitado, según lo había dicho. Venid y ved el sitio donde fue puesto. Id luego y decid a sus discípulos que ha resucitado de entre los muertos y que os precede a Galilea; allí le veréis. Es lo que tenía que deciros. Partieron ligeras del monumento, llenas de temor y de gran gozo, corriendo a comunicarlo a los discípulos. Jesús les salió al encuentro, diciéndoles: Salve. Ellas, acercándose, asieron sus pies y se postraron ante El>>.

(Mateo 28, 1-9).

          Y finalmente a quien primero se le apareció Jesús resucitado:

<<Resucitado Jesús la mañana del primer día de la semana, se apareció primero a María Magdalena, de quien había echado siete demonios. Ella fue quien lo anunció a los que habían vivido con Él, que estaban sumidos en la tristeza y el llanto>>.

(Marcos 16, 9-10).

<<María se quedó junto al monumento, fuera, llorando. Mientras lloraba se inclinó hacían el monumento y vio a dos ángeles vestidos de blanco, sentados uno a la cabecera y otro a los pies de donde había estado el cuerpo de Jesús. Le dijeron: ¿Por qué lloras, mujer? Ella les dijo: Porque han tomado a mi Señor y no sé dónde le han puesto. Diciendo esto, se volvió para atrás y vio a Jesús que estaba allí, pero no conoció que fuese Jesús. Díjole Jesús: Mujer, ¿por qué lloras? ¿A quién buscas? Ella, creyendo que era el hortelano, le dijo: Señor, si le has llevado tú, dime dónde le has puestos, y yo le tomaré. Díjole Jesús: ¡María! Ella, volviéndose, le dijo en hebreo: Rabboni!, que quiere decir Maestro. Jesús le dijo: No me toques, porque aún no he subido al Padre; per ve a mis hermanos y diles: Subo a mi Padre y a vuestro Padre, a mi Dios y a vuestro Dios. María Magdalena fue a anunciar a los discípulos: He vistos al Señor, y las cosas que le había dicho>>.

(Juan 20, 11-18).

Bernardino Luini: Noli me tangere. Pincoteca Ambrosiana. Milán. Foto: cipripedia.

          También se identifica a Magdalena con María de Betania, hermana de Marta y Lázaro, y con la mujer pecadora que se arroja llorando a los pies de Jesús cuando se encontraba comiendo en casa de Simón el fariseo:

<<Le invitó un fariseo a comer con él, y entrando en su casa, se puso a la mesa. Y he aquí que llegó una mujer pecadora que había en la ciudad, la cual, sabiendo que estaba a la mesa en casa del fariseo, con un pomo de alabastro de ungüento se puso detrás de El, junto a sus pies, llorando, y comenzó a bañar con lágrimas sus pies y los enjugaba con los cabellos de su cabeza, y besaba sus pies y los ungía con el ungüento.

Viendo lo cual, el fariseo que le había invitado dijo para sí: Si éste fuera profeta, conocería quién y cuál es la mujer que le toca, porque es una pecadora. Tomando Jesús la palabra, le dijo: Simón, tengo una cosa que decirte. El dijo: Maestro habla. Un prestamista tenía dos deudores: el uno le debía quinientos denarios; el otro cincuenta. No teniendo ellos con qué pagar, se lo condonó a ambos. ¿Quién, pues, le amará más? Respondiendo simón, dijo: Supongo que aquel a quien condonó más. Díjole: bien has respondido. Y vuelto a la mujer, dijo a Simón: ¿Ves a esta mujer? Entré en tu casa y no me diste agua a los pies; mas ella ha regado mis pies con sus lágrimas y los ha enjugado con sus cabellos. No me diste el ósculo; pero ella, desde que entré, no ha cesado de besarme los pies. No ungiste mi cabeza con óleo, y ésta ha ungido mis pies con ungüento. Por lo cual te digo que le son perdonados sus muchos pecados, porque amó mucho. Pero a quien poco se le perdona, poco ama. Y a ella le dijo: Tus pecados te son perdonados. Comenzaron los convidados a decir entre sí: ¿Quién es éste para perdonar los pecados? Y dijo a la mujer: Tu fe te ha saldado, vete en paz>>.

(Lucas 7, 36-50).

          De esta forma se acaban entrelazando las vidas de estos personajes evangélicos y transformándose en una sola personalidad. La Edad Media acabará creando una vida que rellene los huecos evangélicos en la biografía de esta santa:

<<María, llamada también Magdalena, por el castillo de Magdalo en que vivió, perteneció a una familia de descendiente de reyes; por tanto, de mucho abolengo. El castillo de Magdalo estaba situado en Betania, localidad próxima a Jerusalén y distante no más de dos millas del lago de Genesareth. María y sus hermanos, Lázaro y Marta, a la muerte de sus padres, que se llamaron Siro y ella Eucaria, poseyeron durante algún tiempo en común la citada fortaleza y gran parte de la ciudad de Jerusalén […] Magdalena pronto se desentendió de todo para entregarse a la vida disoluta […]

Magdalena era muy rica; pero como las riquezas y los placeres suelen hacer buenas migas, a medida que fue tomando conciencia de su belleza y de su elevada posición económica, fuese dando más y más a la satisfacción de caprichos y de sus apetitos carnales, de tal modo que las gentes, cuando hablaban de ella, como si careciera de nombre propio designábanla generalmente por el apodo de “la pecadora” […]

En resumen: María Magdalena, con sus lágrimas, lavó los pies del Señor, los limpió con sus cabellos, los ungió con ungüento oloroso y fue la primera que en aquel tiempo de gracia hizo solemne y pública penitencia […]>>.

Jacopo de la Vorágine, La Leyenda dorada.

Diego Velázquez. Cristo en casa de Marta y María. 1618. National Gallery de Londres.

          A este ciclo evangélico hay que añadir la leyenda provenzal, que surgida en el entorno de la abadía de Vézelay, trataba de vincular la existencia de las reliquias de dicha santa, depositadas en la abadía, con la zona francesa y que acabaron siendo recogidas en la Leyenda Dorada de Santiago de la Vorágine. De esta forma se configuraba una biografía donde Magdalena era hermana de Marta y Lázaro, tras una vida entregada a los placeres oye la voz de Jesús, entonces se dirige a casa del Fariseo con los perfumes y le lava y unge los pies con sus lágrimas y perfumes. Desde este momento pasa a ser devota seguidora de Cristo, participando en los relatos anteriormente citados. Tras la muerte de Cristo es desterrada junto con sus hermanos y de forma milagrosa llegan a Marsella, donde empiezan a evangelizar las galias y después de eso se retira de la vida pública para seguir una vida contemplativa:

<<Catorce años después de la Pasión y Resurrección del Señor, cuando ya hacía bastante tiempo que los judíos habían matado a san Esteban y arrojado de Judea a los seguidores del Maestro, los apóstoles se hallaban repartidos por diferentes países de la gentilidad predicando el Evangelio. En esta tarea colaboraban a la sazón algunos de los setenta y dos antiguos discípulos de Cristo. A uno de éstos, de nombre Maximino, había encargado San Pedro que atendiera espiritualmente a María Magdalena. […] Al producirse la dispersión con vistas a la evangelización del mundo pagano, San Maximino, acompañado de otros muchos creyentes, abandonó la tierra de Judea y se dirigió a otra región, de donde a poco de llegar fueron expulsados por los infieles que allí vivían. Estos obligaron a subir a una barca a San Miaximino, a María Magdalena, a Lázaro, a Marta, a su criada Martila, a san Cedonio el ciego de nacimiento curado de su ceguera por Cristo y a otros muchos cristianos, […] la maltrecha embarcación arribara a las costas de Marsella, en cuyo puerto desembarcaron sus pasajeros.

[…] Viendo santa María Madalena que los marselleses acudían continuamente a dicho templo a ofrecer sacrificios a los ídolos, comenzó a predicar a aquellas gentes la doctrina de Cristo con amabilidad, con sencillez, con palabras dulces y adecuadas, con la idea de apartarlas de la idolatría y de conducirlas a la fe en el Señor.

[…] Por este mismo tiempo santa María Magdalena, deseosa de entregarse plenamente a la contemplación de las cosas divinas, se retiró a un desierto austerísimo, se alojó en una celda previamente preparada para ella por los ángeles y en dicha celda vivió durante treinta años totalmente apartada del mundo y aislada del resto de la gente>>.

Jacopo de la Vorágine, La Leyenda dorada.

Artemsia Gentilleschi. Magdalena arrepentida. Catedral de Sevilla.

          De esta manera queda fijada su iconografía, el tarro de perfumes, que alude al episodio de la casa del fariseo y también a los ungüentos con los que acude a ungir el cuerpo de Cristo muerto el día de la resurrección. De sus años retirada en el desierto del sur de Francia, surge la iconografía de la Magdalena penitente. Era importante buscar modelos de santos arrepentidos, pues uno de los sacramentos cuestionados por la reforma protestante es, precisamente, el de la penitencia. En la respuesta católica, se fomentará el culto a los santos arrepentidos y la Magdalena será una de las santas con mayor devoción a partir de este momento.

Tiziano. La Magdalena. Pinacoteca Ambrosiana. Milán. Foto: cipripedia.

          En su iconografía penitente, suele ir con cabellos largos que cubren su cuerpo desnudo, pues en la cueva en la que vive no hay nada. También suele portar una cruz y una calavera. Su pasaje de la vida retirada sirve como excusa para la realización de paisajes, donde la figura de la santa es meramente anecdótica.

 


Pedro Pablo Rubens (taller): Magdalena penitente. ca. 1639. Colección Privada.

          Por un lado, Magdalena desnuda y en lágrimas, con sólo un manto rojo, color de la pasión y asociado a los santos penitentes. El tarro de ungüentos, como reflejo de su iconografía tradicional. La cueva y el paisaje agreste, para dar la sensación de “desierto”, entendido como lugar donde no habitan humanos. Termina de completar el significado la calavera y la serpiente a los pies de la santa que son una referencia a la muerte y al pecado, elementos propios de todo santo arrepentido.

Luca Giordano. Magdalena penitente. 1660-1665. Museo del Prado.

          Por otro lado, se representará también su tránsito así como una iconografía triunfante, su elevación a los cielos en una apoteosis que deriva de las asunciones de la Virgen. De tal forma que se establecerá como uno de los prototípicos cultos postridentinos de exaltación de los santos y la penitencia.

Anónimo (copia de C. Coello): Tránsito de la Magdalena. Museo del Prado.

*Nota del autor: Hoy quiero dedicar este artículo a nuestra querida amiga Carmen Sebastián (@Alafont2011) que con tanto cariño me acerca imágenes de la Magdalena y que yo tanto agradezco.

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