Corría el año 1887, por aquél entonces Cuba era de las últimas colonias que quedaban del antiguo Imperio español en América. El gobernador general de Cuba dirigió en 22 de febrero de ese año una carta al Ministro de Fomento donde solicitaba que se donaran algunas pinturas y esculturas de artistas famosos para poder crear una colección de bellas artes y así fomentar el estudio artístico en la isla. En ese documento el gobernador hacía mención a que:

“… en vista de la abundancia de cuadros de gran mérito existente en los edificios públicos de Madrid, intenta remitir gran número de ellos à provincias para facilitar el estudio a los jóvenes que se dedican á esos trabajos; ninguna de las de la Monarquía española tiene tanta necesidad de un donativo de esa clase como la de Santiago de Cuba que carece de todo en esa materia; porque las demás cuentan en su territorio con Museos, Academias ó Iglesias donde existen muchas y nobilísimas obras históricas…”.

M.A. Laguna: El museo nacional de Bellas Artes de la Habana… Salamanca, 2013.

Mapa de Cuba oriental en 1898, señalado en rojo Santiago de Cuba.

     Pese a los esfuerzos del gobernador nada se logró en aquél momento, pero seis años depués, en 1893, el diputado a Cortes por la isla de Cuba, Manuel Crespo Quintana, presentaba oficialmente una solicitud en nombre de la diputación de Santiago de Cuba para que se le concediesen una serie de cuadros para decorar las salas de la Biblioteca pública de la ciudad. Esta petición no suponía ninguna novedad ya que en virtud de un decreto firmado el 28 de abril de 1893 se habían estado accediendo a concesiones análogas a otras provincias de España, ese fue el comienzo de lo que durante años hemos venido llamando “El Prado disperso”. Así pues, el 2 de noviembre de 1893, la reina regente María Cristina de Habsburgo, en nombre de su hijo Alfonso XIII, todavía menor de edad, concedía el depósito de una serie de cuadros del Museo Nacional de Pintura y Escultura de Madrid para ser llevadas a Santiago de Cuba. Los cuadros fueron seleccionados por el entonces director de la institución, Federico de Madrazo y Küntz, y los gastos de transporte y embalaje hasta la isla corrieron de cuenta del diputado Crespo:

“Accediendo a la instancia de Don Manuel Crespo Quintana, diputado a Cortes, S.M. el rey (q.D.g) y en su nombre la Reina Regente del Reino, de conformidad con lo informado y por el Director del Museo Nacional de Pintura y Escultura, ha tenido a bien disponer que se haga cesión, en calidad de depósito, y con destino a la Diputación Provincial de Santiago de Cuba, de los cuadros que figuran en la djunta relación, de quadros por el director del referido Museo, los cuales deben ser entregados a la persona que se sirva autorizar dicha Corporación, siendo de su cuenta los gastos que originen el embalage y transporte de los mismo…”.

Archivo del Museo Nacional del Prado, Cª90, Leg. 15-19, Exp. 18.

Luis Álvarez Catalá: Alfonso XIII y María Cristina como reina regente, 1898. Madrid, Palacio del Senado.

     Las obras seleccionadas para ser llevadas a Santiago de Cuba fueron dieciséis, tal y como consta en un listado que se conserva en el Archivo del Museo Nacional del Prado. Entre ellas había paisajes, retratos y obras de temática alegórica y mitológica.

Relación de los cuadros que pertenecientes a este [Museo]… pueden ser cedido en calidad de deposito a la Diputación Provincial de Santiago de Cuba, 28 de octubre de 1893.

     Los cuadros fueron entregados en febrero de 1894 y llegaron poco después. Ya por aquellos tiempos el ambiente en la isla estaba enrarecido y tan sólo un año después, en febrero de 1895, se producía el levantamiento en post de la independencia de treinta y cinco aldeas en el lado oriental de Cuba. Daba comienzo con ello la guerra de Independencia cubana. A finales de 1897 el gobierno de Estados Unidos exigió a España que acabara con una guerra que afectaba sus intereses. España dotó entonces a la isla de una amplia autonomía, sin embargo los rebeldes cubanos consideraron que ya era demasiado tarde para llegar a un arreglo pacífico y que querían la independencia. En esas fechas el acorazado estadounidense Maine estaba visitando la bahía de La Habana cuando explotó. Los americanos acusaron a España de agresión y eso significó la declaración de guerra de Estados Unidos a España. Ante la superioridad militar americana España no tuvo nada que hacer y el 12 de agosto de 1898 se produjo  la rencidión del ejército colonial español ante el avance del ejército independentista cubano, que contaba con la asistencia y el apoyo militar estadounidense. La salida de España de la isla dió paso a la ocupación estadounidense de Cuba hasta 1902.

Combatientes cubanos por la independencia poco antes de la batalla de la loma de San Juan, en Santiago de Cuba, 1 de julio de 1898.

     Tras la salida de España de la isla, ¿qué pasó con los cuadros que habían sido depositados por el Museo del Prado en Santiago de Cuba? Pues doce de los dieciseis se encuentran en la actualidad expuestos en el Museo Provincial Emilio Bacardí Moreau de Santiago de Cuba, constando la indicación expresa de su procedencia del Museo Nacional del Prado. Vamos a seguir el orden del listado del Prado que hemos puesto anteriormente para que sea más fácil su explicación.

Fachada del Museo Emilio Bacardi de Santiago de Cuba en la actualidad. Foto: Wikimedia Commons.

     Los tres paisajes que constaban como de escuela flamenca en la actualidad se consideran obras de Matías Jimeno (fallecido 1657). Estos son Paisaje con montaña y río, Paisaje con caza de oso y Paisaje con río. Los tres formaban parte de una serie de vistas que se le encargaron a Jimeno para la decoración del Palacio del Buen Retiro y que permanecieron en dicho Real Sitio hasta su ingreso en el Museo del Prado. De ellos todavía se conservamos en España dos en el Prado y uno en la Academia de Bellas Artes de San Fernando que nos permiten comprobar el colorido y calidad de estas obras.


     La obra de David con la cabeza de Goliat considerada entonces de Escuela italiana, en la actualidad se cree que puede ser obra de Guido Reni. La fotografía del inventario del Prado no permite ver la calidad de la pieza, pero dado que la atribución es moderna debemos pensar que es un lienzo de buena factura. También se conserva en el museo Bacardí el retrato de la reina Margarita de Austria que ahora se atribuye a Juan Pantoja de la Cruz, y que es otra de las versiones realizadas por el artista similar a los conservados en el Museo del Prado y Royal Collection. Sin embargo, en esta ocasión la reina sostiene en su mano derecha una miniatura con el retrato de Felipe III apoyado sobre su corazón.

Guido Reni, atribuido a: David con la cabeza de Goliat. Antiguo cat. del Prado nº 2489.


     El retrato de la reina María Josefa Amalia de Sajonia, esposa de Fernando VII, considerado ahora de mano del pintor alemán Johann Carl Rössler (1775-1845), también se conserva en el museo provincial de Santiago de Cuba. Éste resulta sumamente interesante ya que existen escasos retratos de cuerpo entero  de la soberana y además se la retrató justo antes de llegar a España, por ello tiene ese aspecto tan juvenil y carece de la ostentosa parafernalia regia de otros de sus cuadros.

Johan Carl Rössler: Retrato de María Josefa Amalia de Sajonia. Antiguo cat. Prado nº 2809.

     También en la isla permanecen las cuatro alegorías anónimas que han sido identificadas como las cuatro estaciones, la Primavera, el Verano, el Otoño, y el Invierno, pintadas por José de Madrazo (1781-1859) para el Casino de la Reina y que eran propiedad de la reina Isabel de Braganza desde el 25 de abril de 1818. Las pinturas realizadas por Madrazo para el Casino suponen uno de los ciclos más interesantes de la pintura neoclásica española.

     Finalmente, se conservan también el retrato de Amadeo I realizado por Salvador Martínez-Cubells (1845-1914), uno de los grandes retratistas de la época, quien también realizó posteriormente el retrato oficial de Alfonso XII, y el Asunto mitológico de Rafael Tejeo (1800-1856) que en la actualidad se titula Arco Iris, del que ni tan si quiera se conserva fotografía en los antiguos inventarios del Prado. Ambas obras se encuadraban ya en el apartado de obras cedidas que formaban parte del Inventario de la Trinidad.

Salvador Martínez-Cubells: Amadeo I. Antiguo cat. del Prado de Nuevas Adquisiciones nº 385.

     ¿Qué sucedió con las otras cuatro pinturas restantes que aparecen en la relación? Es decir, el denominado retrato de Isabel de Borbón realizado por Villandrando, El sueño de Diana de César Álvarez Dumont, el Paisaje con figuras de Rafael Tejeo y el retrato de Fernando VII de autor anónimo. Pues estos cuatro lienzos, junto supuestamente a otros cuatro más que se desconocen, se cree que fueron trasladados a territorio norteamericano. Tras la contienda se firmó el Tratado de París por el que:

“España renuncia a Cuba y cede a Puerto Rico y a las otras islas de las Indias Occidentales, a la Isla de Guam y al Archipiélago de las Filipinas, y todos los edificios, muelles, cuarteles, fortalezas, establecimientos, vías públicas y demás bienes inmuebles que con arreglo a derecho son del dominio público, y como tal corresponden a la Corona de España”.

Tratado de París, 1898.

     Aunque no se hace mención expresa a los bienes muebles, se cree que algunos cuadros fueron “requisados” por el Gobierno de los Estados Unidos en pos de ese tratado. No obstante, los cuadros en la actualidad se hayan desaparecidos y no han podido ser localizados, por lo que posiblemente no pasarían a manos de ninguna institución y se encuentren en colecciones particulares. De los cuadros arriba relatados hay que precisar que el retrato de Isabel de Borbón, nº 508 atribuido a Villandrando fue un error del registrador del Prado, ya que éste estaba depositado en el Gobierno Civil de Madrid desde 1882 y se conserva en la actualidad en el Museo del Prado. En su lugar se tomó el nº 509 que correspondía a un retrato de cuerpo entero de la reina Mariana de Neoburgo firmado por Wantressel, es decir Jan Van Kessel, y que fue regalado al Prado en 1880 por los hermanos Carderera. De todos ellos, del único que conocemos su aspecto es del Paisaje con figuras de Rafael Tejeo, ya que del resto no se conserva fotografía en los inventarios del Museo del Prado.

     El  por qué continúan en Santiago de Cuba doce obras pertenecientes al Museo del Prado es algo que particularmente se me escapa. Hace mucho que se decidieron levantar los antiguos depósitos que el Prado tenía en diversos lugares, el conocido Prado Disperso. Entiendo que si en el mismo museo Emilio Bacardí reconocen en sus cartelas que las obras proceden del Prado éstas deberían poder reclamarse, pero quizás hay motivos jurídicos que lo impidan. Así pues, parece que definitivamente, mucho más que la guerra se perdió en Cuba…

*He de dar las gracias a Eduardo Puerto Mendo quien fué la persona que me recordó esta historia olvidada hace unas semanas. Asimismo, este post no habría sido posible sin la amabilidad de los archiveros y bibliotecarios del Museo del Prado, que me facilitaron una copia en pdf del expediente relativo al tema y de la fantástica tesis doctoral de Martha Elizabeth Laguna Enrique: El Museo Nacional de Bellas Artes de la Habana y la colección de retratos de pintura española del siglo XIX, publicada por la Universidad de Salamanca en 2013 y que se puede adquirir en formato electrónico aquí.

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