Situada dentro de los terrenos del monte de El Pardo a unos dos kilómetros del palacio, Torre de la Parada era el cazadero por excelencia. Su uso principal era como almacén para guardar los artefactos de la caza, pero también era utilizada como lugar de reposo donde hacer un alto y almorzar en medio de las cacerías. Un reducto privado del soberano lejos de las fiestas, pompa y fastos de otros de sus reales sitios.

Anónimo madrileño: Vista de la Torre de la Parada. Madrid, Museo de Historia.

Félix Castello: Vista de la Torre de la Parada, ca. 1640. Madrid, Museo de Historia.

     Construida hacia 1548 por el arquitecto Luis de Vega, fue contratada por los maestros Sebastián y Diego de Hita por mil quinientos ducados. El edificio, de fuerte desarrollo vertical y de planta cuadrada, albergaba en la planta baja las caballerizas, en la primera un salón y dos alcobas, en la segunda había tres piezas más y en la tercera estaría la capilla y un salón. Por último, en el piso superior se situaría un mirador con tres ventanas. En 1566 sabemos que se sustituye la primitiva cubierta por un chapitel de pizarra a la flamenca bajo la dirección de Gaspar de Vega y ya en el siglo XVII, concretamente en 1635, por encargo de Felipe IV, la Torre de la Parada será reformada por el arquitecto Juan Gómez de Mora con la idea agrandar el espacio y permitir una estancia más prolongada del rey: “El sitio de la Torre del Pardo, que por todas partes descubre tan hermosa vista, ha convidado a S.M. mandar labrar en él casa bastante en que alguna vez pueda aposentarse”. Para agrandar la superficie habitable sin tirar la torre preexistente lo que se hará será envolver ésta con un nuevo cuerpo de habitaciones, lo que en palabras del conde de Harrach asemejaba “un guardainfante en torno a un cuerpo”.

     Esta reforma se realizó en fechas muy próximas a la construcción del edificio de La Zarzuela, también obra de Gómez de Mora y del que ya hemos hablado aquí, pero mientras que en éste se intentó seguir los modelos de la arquitectura europea, en la Torre de la Parada se continuará con la tradición de las torres de caza españolas de los siglos XV y XVI. Una tipología que estaba presente en ermitas, como la de San Antonio en El Retiro, casinos y pabellones de jardín, como la “Torrecilla” de la Casa de Campo.

     La Torre de la Parada contaba con dos edificios, la Torre o cazadero y la Casa Secundaria o de Oficios. Mientras que la Torre tiene un fuerte desarrollo vertical, la Casa de Oficios se muestra como una arquitectura más horizontal. La escasez de ornamentación es una característica común en ambos edificios, en los cuales el único ornato lo constituyen las pequeñas molduras que rodean la puerta principal. En cuanto a los materiales constructivos utilizados, se adopta el uso de tongadas de ladrillo y verdugadas de piedra, materiales ligados a la tradición española.

Detalle de la Casa de Oficios de la Torre de la Parada.

Detalle de la Casa de Oficios de la Torre de la Parada.

     Conocemos el aspecto de la Torre de la Parada gracias al lienzo atribuído a Félix Castello de hacia 1640, el cual concuerda con bastante exactitud con los restos que todavía hoy en día se conservan en el monte de El Pardo del lugar. Sin embargo, si hacemos caso al lienzo que se encuentra en la colección Abelló, datado hacia finales del siglo XVII, en época de Carlos II el edificio debió ser objeto nuevamente de obras, ya que el aspecto que la Torre presenta en éste muestra  revestidos los muros de ladrillo y pedernal con revoco, la variación y recercado de huecos y esquinas y la eliminación de los merlones o chimeneas. Sin embargo, la extraña ubicación de la casa de oficios en el lienzo, nos hace dudar de que la referencia que se tuviera para la realización de éste fuera exacta.

Anónimo madrileño: Vista de la Torre de la Parada, finales del siglo XVII. Madrid, Colección Abelló.

Anónimo madrileño: Vista de la Torre de la Parada, finales del siglo XVII. Madrid, Colección Abelló.

     Sin embargo, indudablemente, lo que más hizo brillar a la Torre de la Parada en el siglo XVII fue su importante colección de obras de arte. Fue el único de los palacios de caza de los reyes que contó con la existencia de un programa decorativo creado ex profeso. El propio rey Felipe IV redactó en 1636 una memoria, la cual está desaparecida, en la se daban instrucciones precisas para la confección del mas de centenar y medio de cuadros que se encargaron para el lugar. La mayor parte de las obras serán encomendadas a Rubens de cuya mano y especialmente de su taller salieron más de sesenta lienzos, lo que motivará una frecuente correspondencia entre el rey y su hermano el Cardenal Infante don Fernando, encargado de seguir de cerca los trabajos. También se encargarán obras a Vicente Carducho, quien realizará veintiséis cuadros para la capilla, y a Velázquez, que acometerá la realización de una serie de retratos, tanto de los miembros de la familia real como de los bufones de la corte y personajes mitológicos. Todo esto da idea de la enorme importancia que para Felipe IV tenía la decoración de su pabellón de caza. Cómo tantísimas obras pudieron agolparse en un lugar de dimensiones tan reducidas es un misterio aún hoy en día, pero lo más probable es que las paredes de la torre estuvieran casi “forradas” de arriba a bajo con pinturas de los artistas predilectos del monarca.

     Aunque la pinturas de Torre de la Parada responden a un plan previo, en principio y hasta la fecha no se ha encontrado un hilo conductor que permita afirmar que atendiera a un verdadero planteamiento general de conjunto. Los óleos realizados se componen de una galería de retratos regios como cazadores y de algunos de sus bufones; una serie de diecisiete vistas de residencias reales, tales como Valsaín, Vaciamadrid, Aranjuez, Escorial, Zarzuela, etc..; un importante número de lienzos de cacerías de animales y, por último, una serie de obras mitológicas inspiradas en Las Metamorfosis de Ovidio, mismo tema que inspiró las decoraciones del Palacio de El Pardo. En palabras de Morán y Checa nos encontramos pues “ante un ciclo mitológico en el que más que la existencia de un verdadero programa unitario se despliega una combinación libre de temas apropiados para una casa de placer en el campo… y que constituían el entorno adecuado para el ocio del rey, en papel de cazador”.

     Lo que si parece claro es que el protagonista indudable de las decoraciones era Felipe IV, ya que en la Galería del Rey, la sala más importante de la Torre, éste figuraba retratado en su vertiente de cazador y rodeado de sus máximas hazañas en los bosques, celebrando así su valor y destreza. Así pues si en el Buen Retiro el Salón de Reinos, como vimos aquí, loaba las victorias militares más importantes del reinado de Felipe IV, en la Torre de la Parada se remarcaban las hazañas venatorias más destacadas del monarca, un arte que lo endurecía y los preparaba para la guerra. Guerra y caza, vistas como dos caras de una misma moneda, a través de las cuales no se hacía más que remarcar la importancia de ambas “artes” en el reinado del rey planeta como ejemplo de buen gobierno.

     Con la muerte de Felipe IV la Torre de la Parada cayó en desuso. La débil constitución de Carlos II no le hizo muy propenso al arte cinegético. Durante su reinado algunos de los cuadros que fueron creados ex profeso para este espacio cambiaron de ubicación. Así en el inventario realizado a su muerte en 1701 tan sólo se registraban ya 85 lienzos, casi la mitad de los comisionados para ese lugar en época de su padre. Con la llegada de los borbones la situación de abandono del edificio se incrementó. Sus importantes colecciones artísticas fueron llevadas a Madrid y repartidas entre los diversos reales sitios. Durante la Guerra de Sucesión fue saqueada y posteriormente vaciada y abandonada paulatinamente. Utilizada como Casa de Guardas durante el siglo XIX sufrió un incendio que nos hizo perder todo resto de la edificación. En la actualidad sólo se conservan los restos de la lonja de piedra levantada por Gómez de Mora y las ruinas de la Casa de Oficios, que fue utilizada como casa de guardas durante el siglo XIX y parte del XX. Los exiguos restos a vista de pájaro que quedan del edificio es lo único que podemos observar de un lugar que en palabras del Duque de Módena, en el otoño de 1638, estaba “entre las cosas memorables que ha visto en Italia y las otras partes de Europa”.

Vista aérea actual de la Torre de la Parada.

Vista aérea actual de la Torre de la Parada.

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