El cuadro El Aire (Museo del Prado, en depósito en la Real Academia de Ciencias Exactas, Físicas y Naturales, Madrid) forma parte de una serie de pinturas de artista desconocido dedicada a los elementos, fechada entre 1675 y 1700. En este texto quiero explorar un detalle concreto de este cuadro: ¿qué sujeta la figura femenina (personificación del elemento aire) en su mano izquierda?

     El detalle ha recibido escasa atención por parte de los estudiosos, en gran medida debido a su difícil interpretación. La entrada dedicada a este cuadro en la página web del Museo del Prado recoge estas palabas de Alfonso E. Pérez Sánchez, procedentes de su catálogo Carreño, Rizi, Herrera y la pintura madrileña de su tiempo (1986):

“La figura femenina, que representa el Aire, acompañada de los Vientos y portando en la mano derecha una bolsa que destila agua, representando la lluvia, y un haz luminoso, que representa la tormenta y el relámpago, no queda del todo clara. Madrazo pensó que pudiese representar la Aurora, pero le faltan los atributos más característicos. Podría pensarse también en Juno, que suele encarnar el Aire en otras ocasiones, pero tampoco aparece clara su iconografía tradicional.”

     Aquí propongo una identificación y explicación de este motivo: se trata de un ave del paraíso y su función es servir de atributo del elemento aire.

     Originarias del archipiélago de las Molucas y la isla de Nueva Guinea, en la actual Indonesia oriental, y apreciadas tanto por su rareza como por la vistosidad y delicadeza de su plumaje, las aves del paraíso fueron una de las criaturas más admiradas en la Europa de los siglos XVI y XVII. Objeto habitual en los llamados “gabinetes de curiosidades”, estas aves suscitaron un amplio debate entre los naturalistas de la época, pues la presencia en Europa de ejemplares sin patas, así como la proliferación de noticias y rumores, dieron pie a la leyenda de que estos pájaros eran criaturas sagradas (manuk dewata, manucodiata: pájaro de los dioses), cuya vida transcurría en un vuelo permanente, en lo alto del cielo. Al hilo de estos debates y creencias el ave del paraíso fue adquiriendo una rica carga simbólica, lo cual no hizo sino acrecentar su atractivo como “maravilla” del mundo natural.

     La cultura visual en torno al ave del paraíso en este periodo es muy variada: desde ilustraciones en álbumes y tratados de historia natural y libros de emblemas, a representaciones en pinturas de temas naturalistas, o cuadros de escenas bíblicas donde se representa el Paraíso terrenal. El ave del paraíso también figura como ornamento, como en el caso del penacho que adorna el turbante de Baltasar en la Adoración de los Magos de Rubens (Museo del Prado), por citar un ejemplo sobre el que he investigado.

Conrad Gesner: Ave del Paraíso en la Historia animalium, 1555.

Peter Paul Rubens: Detalle de la Adoración de los Magos. Madrid, Museo Nacional del Prado.

     Debido a la delicadeza de su cuerpo (siempre disecado) y, en especial, de su plumaje, así como su asociación con la ligereza y el vuelo constante, el ave del paraíso es también un motivo frecuente en imágenes dedicadas al elemento aire. Así, podemos encontrar muchos ejemplos de imágenes de aves del paraíso junto a otras representaciones de aves en series alegóricas de los elementos. Un buen ejemplo es esta Alegoría del aire de Martin de Vos, del Museo del Prado:

Martin de Vos: Alegoría del Aire. Madrid, Museo Nacional del Prado.

     Es interesante la relación entre la presencia del ave del paraíso en estas obras y el uso del camaleón como motivo: así como antiguamente se creía que el camaleón se alimentaba del aire, del ave del paraíso también se decía que su alimento era el aire. Es más, el ave del paraíso aparece descrita a veces como “camaleón del aire”.

     En ocasiones, la figura que encarna el elemento aire (que con frecuencia se identifica con la diosa Juno) sujeta plumas de ave del paraíso en su mano o, incluso, un ejemplar completo.

     Las pinturas de Jan Brueghel el Viejo dedicadas a los elementos, incluidas las colaboraciones con otros artistas, así como las copias de taller o las variantes realizadas por sus descendientes, ofrecen numerosos ejemplos:

Jan Brueghel el Viejo: Alegoría del Aire, ca. 1608. Roma, Galleria Doria Pamphili.

Hendrick van Balen y Jan Brueghel el Viejo: La Abundancia y los cuatro elementos, ca. 1615. Madrid, Museo Nacional del Prado.

     En el terreno de la estampa abundan los ejemplos en los que el ave del paraíso figura como atributo del elemento aire. Muestro aquí una Alegoría del Aire atribuida al taller de Jacob Matham (1606-1610, Rijksmuseum), de la que me gustaría destacar el modo en que la figura principal sujeta el ave del paraíso con su mano.

Alegoría del Aire, taller de Jacob Matham (1606-1610, Rijksmuseum)

     Volviendo al cuadro que nos ocupa, la presencia del ave del paraíso en El Aire tiene sentido en el contexto de la tradición iconográfica que acabamos de describir. Si bien no es fácil identificar a primera vista los detalles que definen la figura del ave, el modo de representar los colores y la textura de las plumas se asemeja al de otras representaciones conocidas, aunque la pincelada es mucho más fluida, y la factura es más abocetada. Como en muchos otros casos, el artista no ha representado una especie concreta; se trata, más bien, de un retrato genérico que destaca algunos de los rasgos más representativos del ave del paraíso.

Anónimo: Detalle del Aire, ca. 1675-1700. Madrid, Museo Nacional del Prado.

     A continuación, quisiera reforzar esta propuesta comparando el detalle del cuadro del Prado con otros detalles procedentes de pinturas en los que el motivo del ave en la mano se resuelve de una manera muy similar.

   El primer ejemplo es esta pintura dedicada a Los cuatro elementos (Staatsgalerie Stuttgart), atribuida al pintor flamenco Artus Wolffort, en la que en su día Hans Vlieghe ya identificó el detalle del ave del paraíso. (Wolffort conocía bien este motivo, pues, al igual que Rubens y otros artistas, incluyó el ave del paraíso como ornamento en numerosas versiones del tema de la Adoración de los Magos.) A pesar de las diferencias entre este cuadro y el del Prado, tanto el gesto como el modo de representar el ave guardan un enorme parecido. Como en el caso de El Aire, el gesto de sujetar el pájaro entre los dedos podría ser un guiño a la supuesta naturaleza ápoda del ave: por el hecho de carecer de patas, el ave del paraíso no puede valerse de ellas para posarse sobre la mano como hacen otras aves, o el camaleón, en otras alegorías del aire. El gesto parece aludir, en cambio, al tópico del vuelo constante de este perpetuum mobile del mundo natural, así como a su atractivo como objeto codiciado por coleccionistas.

Artus Wolffort, Los cuatro elementos (Staatsgalerie Stuttgart)

     Significativo también es este detalle de la pintura Alegoría del aire (Musée de Valence), del pintor Peter Van Mol, cuya obra se ha relacionado con la de Wolffort. El motivo es muy similar al del cuadro del Prado, aunque la representación del plumaje es más detallada aquí.

Peter van Mol: Alegoría del aire. Musée de Valence.

     En esta línea encontramos otros ejemplos, como el cuadro de Los cuatro elementos (1644), atribuido a Deodat van der Mont y Osias Beert el Joven.

Deodat van der Mont y Osias Beert el joven: Los cuatro elementos, 1644. Colección particular.

   Con respecto a la figura femenina, nuestro artista anónimo pudo usar como modelo alguno de los prototipos asociados a las series alegóricas mencionadas anteriormente, basados en diseños de artistas como Hendrick Goltzius o Martin de Vos, entre otros. La búsqueda de posibles fuentes es una tarea interminable. Podríamos señalar, por ejemplo, el parecido con la figura que personifica el elemento aire en el cuadro El paraíso y los cuatro elementos de Denis van Alsloot y Hendrik de Clerck (1606-1609, Museo del Prado).

El paraíso y los cuatro elementos, Denis van Alsloot y Hendrik de Clerck (1606-1609, Museo del Prado).

   Muy interesante, por el detalle de la mano derecha y la disposición del cuerpo, es esta estampa de la Alegoría del aire realizada por Giulio Carpioni (1640-1660, Museo Británico).

Alegoría del aire, Giulio Carpioni (1640-1660, Museo Británico).

     Un tercer ejemplo, importante, es esta Alegoría del Aire realizada por Hubert Quellinus, basada en la escultura de su hermano Artus Quellinus el Viejo, y publicada en el tratado Afbeelding van’t stadt huys van Amsterdam (Ámsterdam, 1661-1665). Esta publicación detalla, a través de profusas ilustraciones, el programa arquitectónico y decorativo del nuevo ayuntamiento de Ámsterdam, en el que se incluyen dos series alegóricas dedicadas a los elementos.

Alegoría del Aire, Hubert Quellinus, según Artus Quellinus el Viejo

     Entre los grabados de Quellinus dedicados a los elementos he encontrado otros motivos de los que nuestro artista anónimo podría haberse servido a la hora de realizar su serie, como la cara del sol en El Fuego. Un caso relevante para El Aire es el de esta representación de la lluvia que figura en una de las alegorías dedicadas al agua, que evoca el motivo del recipiente que figura en el cuadro del Prado.

Alegoría del Agua, Hubert Quellinus, según Artus Quellinus el Viejo

     El recipiente en El Aire podría evocar también un motivo vinculado a la iconografía de la Aurora (creo que esta fue la intuición de Madrazo a la que alude Pérez Sánchez): la vasija con la que vierte “finísimas gotas de agua” el hijo de Aurora, Eósforo, al alba; origen del rocío y la escarcha, según propone Cesare Ripa en su capítulo dedicado al “Crepúsculo de la Mañana” en la Iconología.

El Crepúsculo de la Mañana, Cesare Ripa, Iconología (1613)

     El detalle del rocío encajaría bien con el motivo del ave del paraíso, pues también se decía que ésta se alimentaba, además del aire, del rocío, como ilustra este grabado publicado por el naturalista y coleccionista Ulisse Aldrovandi en su Ornithologiae (1599).

Ave del paraíso en Ulisse Aldrovandi, Ornithologiae (1599)

     En palabras del jesuita madrileño Juan Eusebio Nieremberg, importante estudioso de la historia natural en el siglo XVII:

“El ave Monocodiata, aunque no se cría del aire, ni del rocío, críase en el aire, y del rocío y maná se sustenta, y es tan propia de esas regiones sublimes, que nunca se abate, ni a la tierra, ni a peña, ni a rama, sino como nube siempre anda suspensa; cosa en tiempos antiguos increíble, pero ya de entera fe.” (Prolusión a la doctrina y historia natural, 1629)

     A tenor de todas estas referencias está claro que nuestro artista es un buen conocedor de las convenciones iconográficas asociadas a los elementos y un atento observador de motivos y prototipos ajenos. Prueba de ello es también el parecido que guardan otros motivos de la serie del Prado con modelos asociados a otros artistas. Por poner solamente dos ejemplos, en el caso de El Agua, además de la posible influencia de la Santa Margarita de Rafael (ca. 1518, Kunsthistorisches Museum), se aprecian similitudes con estampas como Castidad de Cornelis Cort, según Frans Floris (1560, Museo Británico), Garga (1587), de la serie sobre ninfas de Philips Galle, y Perseo y Andrómeda de Jan Saenredam, según Hendrick Goltzius (1601, Rijksmuseum). Y en el caso de La Tierra hay detalles de la composición y las figuras que recuerdan, por ejemplo, al dibujo de Agostino Carracci Madonna y el Niño (ca. 1592, Museo de Nueva Zelanda), del que existe al menos una versión en estampa.

Izquierda: Castidad, Cornelis Cort, según Frans Floris (1560, Museo Británico). Centro: El Agua (Museo del Prado). Derecha: Perseo y Andrómeda, Jan Saenredam, según Hendrick Goltzius (1601, Rijksmuseum). [Dimensiones y proporciones ajustadas para facilitar la comparación.]

Izquierda: Madonna y el Niño, Agostino Carracci (ca. 1592, Museo de Nueva Zelanda). Centro: La Tierra (Museo del Prado). Derecha: Madonna y el Niño, Giovanni Girolamo Frezza, según Agostino Carracci (1686 – 1748, Rijksmuseum). [Dimensiones y proporciones ajustadas para facilitar la comparación.]

     Tanto el El Aire como el resto de la serie, en definitiva, merecen un estudio más pormenorizado. Con este texto – resumen de una investigación en curso – espero haber mostrado al menos que hay buenas razones para confirmar que el detalle de El Aire no es un detalle cualquiera: se trata de un ave del paraíso, cuya iconografía encaja perfectamente con el tema central del cuadro.

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