El dormitorio del rey del Alcázar de Madrid era uno de los lugares más especiales de todo el edificio. No se trataba de una sala privada, como el concepto que tenemos hoy en día del dormitorio, si no que estaba dentro de ámbito de las salas de representación del Alcázar y era conocido como la Sala de las Furias por que en éste, durante el reinado de Felipe II, estuvieron las conocidas como Furias de Tiziano, es decir, el Sísifo, Tántalo, Ticio e Ixión.

F. Pallota: Fachada y plaza del Alcázar de Madrid, 1704. Madrid, Museo de Historia de Madrid.

Teodoro Ardemans: Planta principal del Alcázar de Madrid. Con el número “23” aparece marcada la Pieza de las Furias.

     Dentro de las obras y remodelaciones que se llevaron a cabo en el Alcázar de Madrid a finales del reinado de Carlos II llama poderosamente la atención la construcción de un “artilugio”, del que desafortunadamente tan sólo tenemos referencias escritas, en ese lugar. Se trataba del Camón dorado, una estructura de madera, tallada y dorada, que se colocó en la Pieza de las Furias y albergaba en su interior a su vez dos alcobas que hacían las veces de “Dormitorio y Real Cámara de Su Magestad”. La estructura fue diseñada por José Benito de Churriguera, quien había creado el catafalco para las exequias de María Luisa de Orleans, primera esposa de Carlos II (de éste túmulo nos habló Cipripedia en un post aquí), y las obras para su ejecución, según las trazas y condiciones de éste, se pregonaron en agosto de 1689.

José Benito Churriguera (traza): Catafalco de María Luisa de Orleán en la Encarnación, 1689. Foto: Blog Cipripedia.

     Las obras de carpintería se le adjudicaron al ensamblador Pedro de Ávila, mientras que el dorado corrió a cargo de Antonio Ruiz y los trabajos de herrajes dorados a fuego fueron realizados por Tomás de Flores y Agustín Martínez. Asimismo, la estructura contaba con cuatro puertas talladas con decoraciones vegetales, ventanas, vidrios, un zócalo con tarjetas de trofeos militares y cincuenta y cuatro tableros dorados y pintados con flores por el pintor ad honorem del rey Bartolomé Pérez. Éstos recubrían tanto las paredes como el techo de las estancias, teniendo que crear la sensación de espacio sumamente lujoso, íntimo y reservado, a modo de un jardín secreto para el encuentro de los esposos. Asimismo, la estructura contaba con un mecanismo de pesas y poleas con el que se permitía el movimiento de tableros, ventanas y puertas ideado por Francisco Filipín, el relojero de corte de Carlos II.

     Semejante estructura se realizó con motivo de la nueva boda de Carlos II con Mariana de Neoburgo. De hecho, la construcción del Camón dio comienzo poco antes de la boda por poderes en Neoburgo de los soberanos y aunque la reina tardó en llegar a Madrid nueve meses (sobre la entrada de Mariana hicismo un post aquí), éste no estuvo terminado a tiempo para su recepción en mayo de 1690.

Anónimo madrileño del siglo XVII: La entrada de la reina Mariana de Neoburgo en el Alcázar de Madrid, 1690. Colección Abelló.

     En febrero de ese año se informaba que “el Camon para Su Magd. Esta acabado y dorado. Solo faltan las puertas que Ve. Mando se hiciesen correspondientes al çocalo con sus tarjetas de trofeos”. Sin embargo, Bartolomé Pérez iba muy retrasado con el trabajo de los tableros pintados de flores ya que además éstos tenían que ir decorados por ambos lados. Así pues tuvo que coger como ayudantes a otros tres pintores que le auxiliaran en esa labor, entre ellos sabemos que colaboró el granadino José de Cieza. A finales de 1691 la estructura estuvo por fin rematada y colocada en la pieza de la Furias. Con ella se pretendía dotar a los reyes de una ambiente más íntimo para sus encuentros y facilitar en lo posible la concepción del ansiado heredero. Algo que como sabemos, desafortunadamente, no sucedió.

Jacobus Harrewyn: Desposorios de Carlos II y Mariana de Neoburgo. Madrid, Biblioteca Nacional.

     Tras la llegada de Felipe V el Camón será desmontado y sus tablones pintados se desperdigaron conservándose en la actualidad dos obras que aquí hemos reproducido y que están en el Prado y al menos dos más en colección privada. Sólo nuestra imaginación puede permitirnos soñar con cómo fue este espacio. La madera dorada iluminada por la luz de las velas y los jarrones de flores decorando por doquier el espacio debían generar un espacio de ilusión, tan propio del barroco, que imitaría un lecho de flores. Algo que desde luego en ningún momento fue el matrimonio de Carlos II con Mariana de Neoburgo.

Reconstrucción de la imagen que podía presentar el Camón Dorado del Alcázar de Madrid. Imagen: Investigart. No utilizar sin permiso.

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