Conocemos como “las Furias a los lienzos con temática de condenados del Tártaro que pintó el veneciano Tiziano Vecellio y que se conservan actualmente en el Museo del Prado, provenientes de la colección real. Tal nomenclatura no ha hecho sino confundir en ocasiones el tema de los representados: Las Furias o Erinias son unos personajes mitológicos asociados a la venganza y al concepto de castigo, nacidas de las gotas de sangre y esperma cuando Crono castró a Urano. Son deidades que habitan el Hades y como tal serían testigos de los castigados por los dioses, siendo estos condenados el motivo fundamental del conjunto de cuadros y no las diosas o “Furias”.

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A.W. Bouguerau: Orestes perseguido por las Erinias. 1862. Chrysler Norfolk Museum.

     Para entender el significado alegórico y dinástico de este conjunto de cuadros hay que tener en cuenta el contexto de su realización y la persona que los encargó: la hermana del Emperador Carlos V, María de Hungría, siendo gobernadora de los Países Bajos. María quería preparar una de sus residencias favoritas, el palacio de Binche, para la llegada de su hermano y de su sobrino, el príncipe Felipe. En sus salones quería dejar constancia del triunfo del Emperador frente a la liga de Esmalcalda en la batalla de Mühlberg en 1547. Sobre el influjo de este viaje en la arquitectura madrileña tratamos en un post anterior (ver aquí).

     El 3 de noviembre de 1548 iniciaba el entonces príncipe Felipe un viaje hacia los dominios de su padre en el norte de Europa, conocido como Felicísimo viaje. Éste serviría para conocer los dominios que iba a heredar y reafirmaría su autoridad. Mo hemos de olvidar los problemas que había tenido su padre en Castilla cuando llegó en 1517 si apenas conocer el idioma. En ese contexto de reafirmación dinástica, el momento cumbre estaría en la recepción que María de Hungría, había preparado en el Palacio de Binche. Junto con los cuadros encargados al pintor preferido de su hermano: Tiziano Vecellio (Pieve di Cadore, Véneto, hacia 1477/1490 – Venecia, 1576), María también se había hecho con una importante colección de tapices, entre las que podemos destacar los pertenecientes a la Historia de Escipión, tejidos en Bruselas sobre cartones de Giulio Romano.

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Tapiz de la Historia de Scipión. Patrimonio Nacional. Foto: El País.

     Así, sabemos que María de Hungría encargó la realización de las Furias o los Condenados (pues así se les menciona también en la correspondencia) directamente a Tiziano en 1548, cuando éste se encontraba en Augsburgo pintando para el Emperador su famosísimo retrato ecuestre, realizado para conmemorar su victoria contra los protestantes en Alemania. Lo que Carlos se estaba jugando en ese conflicto en las tierras del Imperio, era una cuestión de control del territorio, la religión era un factor más para debilitar al contrario. En este contexto se explica bien la elección de la mitología como representación del castigo ante la rebeldía al orden establecido. Lo curioso del encargo es que para representar este concepto en el Renacimiento, se había optado mayoritariamente por representar la Gigantomaquia: el enfrentamiento entre los dioses olímpicos y los gigantes, que equivalían al enfrentamiento entre el orden y el caos. Podríamos recordar a modo de ejemplo las fascinantes pinturas de este tema de la mano de Giulio Romano en Mantua o Perino del Vaga en Génova.

     En este caso fue un elemento de índole práctica, la conformación del espacio arquitectónico de la “Gran Sala” del palacio de Binche, la que provocó un encargo tan especial. Esta sala tenía cuatro grandes ventanales en uno de sus lados, y se quiso que los cuadros fueran destinados justo a aquél espacio, a los muros entre las ventanas. Es por ello que había que buscar un tema de castigo mitológico, similar al tema de la gigantomaquia, pero compatible con la realización de cuatro obras. Así se eligió el tema de los cuatro condenados del infierno mitológico:

“La  Saturnia Juno resuelve ir allí tras dejar su morada / celestial (tanto concedía a sus odios y a su ira). / Tan pronto como entró y rechinó el umbral con la presión / del sagrado cuerpo, Cérbero levantó sus tres bocas lanzando / tres ladridos al mismo tiempo. Juno llamó a las hermanas / nacidas de la Noche, deidades duras e implacables./ Estaban sentadas ante las puertas de la cárcel cerradas con acero / y en lugar de sus cabellos peinaban negras serpientes./ tan pronto como la reconocieron entre las sombras oscuras, / se levantaron las diosas. Se llama la Morada Criminal. / Titio ofrecía sus entrañas para que se las despedazasen tendido / como estaba a lo largo de nueve yugadas; para ti, Tántalo,/ ningún agua se coge y huye el árbol que asoma a tu cabeza;/ o buscas o empujas, Sísifo, la roca que ha de volver;/ Ixión da vueltas persiguiéndose y huyendo de sí mismo;/ y por atreverse a maquinar la muerte de sus primos /  las Bélidas buscan continuamente el agua que han perdido.”

Ovidio, Metamorfosis, libro IV, vs. 447-463.

     En el conjunto de la decoración de la “Gran Sala” se incluyeron asimismo valiosas antigüedades: tapices con el tema de los pecados capitales y otros con temas mitológicos como Apolo y Marsias. Todo ello con la intención de crear un claro mensaje político: la victoria del Emperador en Mühlberg traía consigo el castigo a los que habían osado alzarse contra el orden establecido y además llevaba parejo el establecimiento de una nueva Edad de Oro. En este sentido la decoración de Binche crea un precedente iconográfico cuya derivación final será el fresco de Luca Giordano en el Salón de Embajadores del Palacio del Buen Retiro (ver post dedicados a éste aquí y aquí). En 1549 Tiziano había entregado ya dos cuadros a María de Hungría (Tizio y Sísifo), y los dos restantes (Ixíón y Tántalo) los entregaría entorno a 1553.

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Gran Sala de Binche. Dibujo. Biblioteca Real Alberto I. Bruselas.

     La decoración del palacio apenas duró unos años, pues las obras tuvieron que ser apresuradamente retiradas ante la llegada de las tropas francesas que en 1554 destruyeron el palacio. A la muerte de María de Hungría en 1558, los cuadros de Tiziano, así como toda la colección de arte de la hermana de Carlos, pasarán a su sobrino Felipe II que destinará estas obras a decorar sus palacios. Las furias fueron depositadas en el Alcázar de Madrid, en una sala que pasó a denominarse así: Pieça de las Furias. Una sala adjunta al gran salón dorado o de comedias, dentro de la crujía más emblemática del mismo, la situada al mediodía y que Felipe II dio función de dormitorio del rey, que se mantuvo hasta Felipe IV. Cuando se realizaron las reformas del Alcázar, con la nueva fachada del mediodía, creándose el ochavo y el salón nuevo o salón de los Espejos, las furias pasarán a este salón por ser el más importante dentro de la ceremonia y recorridos del Alcázar. Para conocer la historia del edificio ver aquí.

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Plano de la planta del Alcázar de Madrid en el siglo XVI, antes de la construcción de la Torre Dorada. En la crujía sur se puede distinguir la gran sala dorada y la contigua de las furias.


     Para entender la importancia simbólica dada a estas pinturas, sólo falta asomarse al espacio dentro del Alcázar de Madrid donde se colocaron en época del Felipe IV, cuando se terminaron las obras de la fachada sur: el Salón de los Espejos.

“Fuimos a ver algunos cuadros a la sala, entre los cuales uno a la entrada, sobre la puerta, con figuras grandes a tamaño natural, cinco o seis del Rubens. A continuación seguía un cuadro en el que se representaba a la Religión o Fe, que habiendo casi naufragado en forma de bellísima mujer, en una playa, con gran parte del cuerpo desnudo, y expresión triste, era socorrida y ayudada por España. Este es de Tiziano. Sobre ellos hay un Ticio que también se dice que es de Tiziano, más grande del natural de medio cuerpo. Le sigue un gran retrato al natural de Carlos V armado a caballo en actitud de comenzar a cabalgar con un bellísimo país, y sigue otro de Ticio, que se corresponde con el referido, obra del Mudo español. De frente al retrato de Carlos V, al otro lado de la sala, hay un retrato del rey de hoy armado a caballo más grande del natural, un bello país, del mismo modo obra de pintor español, está colocado en medio a otros dos Ticios. Sigue un Adán y Eva bastante más grandes del tamaño natural de Tiziano, y después un cuadro magnífico, grande y extraordinario en el que se representaba el rey sosteniendo entre sus brazos en alto a un niño que parece recién nacido desnudo, al que cómodamente coge de la mano de un ángel, que viniendo del cielo le da una palma…”

Cassiano dal Pozzo. El diario del viaje a España del cardenal Francesco Barberini. 1626.

     Es curioso como el secretario del cardenal Barberini, Cassiano dal Pozzo, autor del diario del que hemos extraído la descripción del salón en 1626, denominase a las cuatro furias como Ticios, sin distinguir las más que evidentes diferencias iconográficas entre los cuatro, o utilizando el nombre de uno para representar al conjunto.

     De los cuatro cuadros pintados para María de Hungría por Tiziano se conserva sólo el Sísifo (Museo del Prado) y una réplica autógrafa de Ticio (Museo del Prado) realizada en torno a 1560 para el V duque del Infantado. En 1626 Felipe IV intercambió su Ticio con el del Duque, ya que el suyo estaba en peor estado de conservación, para poder colocarlo en el Salón Nuevo o Salón del Mediodía. Los otros dos cuadros, Ixión y Tántalo se perdieron en el incendio del Alcázar de 1734. Conocemos el aspecto del segundo gracias a una estampa, pero del primero no nos ha llegado ninguna. Al Ticio original de María de Hungría, en posesión de los duques del Infantado, se le pierde la pista en el siglo XVIII.

Giulio Sanuto, según Tiziano: Tántalo. Grabado, 1565. Budapest, Szépművészeti Múzeum

     Para la composición de los lienzos, Tiziano, se va a valer del uso de referentes clásicos, de tal manera que podemos rastrear en ellos los modelos de prestigio de importantes esculturas de la tradición clásica greco-latina. Así en el Sísifo el referente es el busto belvedere de los Museos Vaticanos. En la postura del Ticio podemos reconocer la figura del Laocoonte pero en la versión antigua, -cuando reconstruyeron el brazo derecho alargándolo, antes de que la aparición del brazo original le devolviera el aspecto primero-. Para el Tántalo el modelo fue un Gálata herido.

     Tiziano se enfrentaba por primera vez con un trabajo que trascendía lo artístico y que creaba una metáfora del poder de los Habsburgo. Estos cuadros van a presidir siempre espacios de la más alta significación política para los monarcas españoles, son piezas cargadas de historia.

 

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