Entre los años 50 y 70 del siglo XX hubo en España un impulso al coleccionismo de obras de arte. Empezó a surgir una clase media que quería ornamentar sus residencias siguiendo el modelo de las grandes fortunas y para ello era fundamental el prestigiarse a través de la adquisición de piezas artísticas. Este auge e interés por la adquisición de obras de arte es lo que también llevó a que se multiplicaran en el mercado la presencia de falsificaciones. Se robaban lienzos antiguos, de escaso valor, de parroquias e iglesias de pequeños pueblos y sobre ellos profesionales de la falsificación realizaban obras que podían alcanzar con facilidad varios millones de las antiguas pesetas en el mercado.

     Dentro de las falsificaciones los bodegones y floreros fueron los géneros que más se imitaron. Su carácter sumamente decorativo y colorido era perfecto para encajar en el gusto de una amplia mayoría de los coleccionistas de ese momento que buscaban obras para salones, comedores y bibliotecas.

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Pareja de Floreros que imita modelos de Gabriel de la Corte.

     Entre los falsificadores que sobresaldrán en ese momento en la realización de bodegones y floreros estará René Alphonse van den Berghe, conocido como Erik el Belga, quien colocará con suma facilidad sus obras en el mercado del arte. Famoso por haber robado miles de obras de arte por toda Europa, éste también es un gran pintor, que había heredado de su madre la pasión por la pintura de flores y que en su juventud había realizado estudios de Bellas Artes.

Erik el belga pintando un florero.

Erik el belga pintando un florero.

     Erik utilizará los lienzos robados de escaso valor, para realizar sobre ellos sus perfectas imitaciones de obras del siglo XVII español y flamenco. La actividad criminal de Erik el Belga se extenderá durante más de dos décadas, entre los años 60 y mediados de los 80, y se enfocará principalmente en ciertas provincias españolas debido a su numeroso y valioso patrimonio artístico. La región más castigada por sus robos será Castilla y León, donde la inmensa riqueza patrimonial de sus nueve provincias, estaba en muchas ocasiones desprotegida por la despoblación de los núcleos rurales y su misma dispersión. Pero también serán objeto de robos importantes zonas de Aragón, Navarra, La Rioja o Cataluña.

Tapiz 'De la Virgen y San Vicente' robado de la catedral de Roda de Isábena en 1979 y recuperado en 2013.

Tapiz ‘De la Virgen y San Vicente’ robado de la catedral de Roda de Isábena en 1979 y recuperado en 2013 (ver aquí).

     Su modus operandi era el siguiente, una vez elegido el objeto Erik encomendaba a bandas locales el robo de los objetos. De esta manera si sucedía algo él quedaba impune. Las grandes obras eran vendidas en el mercado negro del arte aprovechando que en la época en el que éste realizó sus sustracciones no existían todavía inventarios de los bienes conservados en la mayor parte de las iglesias que expoliaba; y por otra parte aquellas piezas de menor valor eran “reutilizadas” para realizar sus falsificaciones o “recreaciones”, ya que en la mayor parte de los casos Erik el Belga no copiaba directamente ninguna obra, sino que realizaba composiciones originales que emulaban a la perfección a las realizadas en el siglo XVII. De este modo lograba dar salida a todo el material que robaba. Algunas de estas obras están firmadas con su nombre René Van der Berghe y en los últimos años incluso ha organizado exposiciones de su pintura (aquí), en la que denota su enorme habilidad para la copia.

     Sus falsificaciones son tan logradas que se cree que algunas de ellas han podido salir al mercado por varios millones de euros, habiéndose considerado como obras de Juan de Arellano, Gabriel de la Corte o de algún pintor flamenco de la calidad de Willem van Aelst. Este es un tema espinoso. Las obras parecen ser auténticas, tanto por su calidad como por estar realizadas sobre lienzo antiguo, pero cuando se procede a su restauración el óleo todavía no se ha cristalizado y por tanto tras haber retirado el barniz de la superficie, los hisopos de limpieza quedan impregnados con los colores de la parte que se va retocado. Así que ojo avizor, ya que en los últimos años, dada la popularidad y altos precios que alcanzan, han aparecido en el mercado del arte numerosos floreros. Algunos de ellos están firmados por él con su nombre, René Van der Berghe, pero otras muchas obras carecen de firma. No vayamos a llevarnos a casa en vez de un Arellano un Erik el Belga sin saberlo…

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