por Isabel Clara García-Toraño, Álvaro Pascual Chenel y Ángel Rodríguez Rebollo

     La exposición se presenta como un hito dentro del creciente interés internacional por el dibujo español del Siglo de Oro que se viene desarrollando en los últimos años. Por primera vez se exhiben de modo monográfico una selección de dibujos –muchos de ellos nunca expuestos hasta ahora– de un artista que fue pieza clave en la configuración de la escuela madrileña de pintura de la segunda mitad del siglo XVII. Se completa con una serie de documentos, textos de la época, grabados y dibujos de otros artistas contemporáneos que ofrecen una amplia perspectiva sobre la figura del artista y permiten ponderar su destacada aportación artística, humana e intelectual. Todo ello se desarrolla en torno a seis apartados a través de los cuales no sólo se analizan sus dibujos, sino que se presenta a Vicente Carducho en el contexto social y artístico en el que vivió y, más importante aún, se profundiza en el proceso intelectual y de trabajo del artista, un aspecto nunca tratado hasta la fecha. La muestra, comisariada por Isabel Clara García-Toraño, Álvaro Pascual Chenel y Ángel Rodríguez Rebollo, cuenta con obras procedentes de diferentes instituciones españolas y extranjeras así como de coleccionistas particulares.

Pedro Perret: Vicente Carducho, 1614. Estampa, talla dulce, 195 x 125 mm. Palacio Real de Madrid, Real Biblioteca, Patrimonio Nacional, GRAB-226(2).

Pedro Perret: Vicente Carducho, 1614. Estampa, talla dulce, 195 x 125 mm. Palacio Real de Madrid, Real Biblioteca, Patrimonio Nacional, GRAB-226(2).

     Vicente Carducho (Florencia, hacia 1576-Madrid, 1638) fue uno de los pintores más respetados y prestigiosos dentro del panorama artístico español del primer tercio del siglo XVII. Esto se refleja a la perfección en el primer ámbito de la muestra, donde pueden contemplarse, entre otros, su nombramiento como pintor del rey, su trabajo junto a Velázquez o su amistad con personajes de la talla de Lope de Vega, quien le dedicó un soneto en su obra La Circe. A lo largo de su carrera desarrolló una prolífica actividad en variados ámbitos, recibiendo algunos de los encargos más importantes de todo el Siglo de Oro tanto por parte de la corona, la nobleza, como de diferentes instituciones y órdenes religiosas.

     En 1585 vino a la España de Felipe II aún niño junto a su hermano Bartolomé Carducho y Federico Zuccaro para acometer las abundantes labores decorativas del recién terminado monasterio de El Escorial, en cuyo ambiente recibirá su formación. Con ambos aprendió el manejo del lápiz, las aguadas y los realces de albayalde así como el manejo de los papeles azules. De todo ello dan testimonio los esbozos de Zuccaro y Bartolomé Carducho presentes en la exposición.

     Durante su etapa formativa en El Escorial fallece el rey Felipe II (1598). Tres años más tarde el nuevo monarca, Felipe III, decide trasladar la corte a Valladolid. Aún bajo la tutela de su hermano, Vicente Carducho se trasladará a esa ciudad para trabajar al servicio del rey y de su principal ministro, el duque de Lerma. De esa época se conservan las pinturas realizadas junto a Bartolomé Carducho a partir de 1604 para el valido real con destino al convento de franciscanos descalzos de San Diego. De todo ello dan fiel testimonio dibujos como el San Francisco en éxtasis de la Biblioteca Nacional de España, el Profeta de Colección Particular o los Estudios para la Anunciación de los Uffizi; obra esta última clave por el manejo de la pluma y porque en fechas tan tempranas (1604-1606) el artista conformará un repertorio de figuras a las que recurrirá a lo largo de su dilatada carrera.

     En 1604 arde buena parte del palacio de El Pardo. Inmediatamente después Felipe III ordena su reconstrucción y emprende durante los años siguientes una amplia campaña de decoración mural del edificio en el que trabajarán los principales artistas de la corte. En 1607 contrata la pintura de la bóveda de la capilla del cuarto del rey donde representará El triunfo de la Eucaristía, para la cual se conserva el espléndido dibujo de presentación de la Biblioteca Nacional de Madrid. Un año más tarde y a consecuencia del fallecimiento de su hermano Bartolomé, se hará cargo de la decoración de la Galería del Mediodía del aposento regio. Bartolomé Carducho la había contratado en 1607 con la intención de pintar los principales acontecimientos históricos del emperador Carlos V. Las obras no se reanudarán hasta 1610, una vez finalizada por Vicente Carducho la decoración de la capilla y será entonces cuando se modifique el programa iconográfico de la galería, que pasará a albergar la Historia de Aquiles. Perdidas las pinturas, afortunadamente hemos conservado un buen número de dibujos preparatorios, todos ellos presentes en la muestra.

     Tras la culminación de sus trabajos en Valladolid y El Pardo el grueso de su actividad se centrará en Madrid y alrededores. En 1621 muere Felipe III y Carducho se ocupa de las decoraciones fingidas para el túmulo levantado en San Jerónimo, elaborando para ello toda una serie de reyes heráldicos que portan los escudos de los diferentes territorios de la monarquía hispánica. Se han seleccionado algunos de ellos, que acompañan además la estampa con el túmulo funerario que se conserva en la Biblioteca Universitaria de Salamanca y que también se haya presente en la exposición. Con la subida al trono de Felipe IV el artista es el pintor con más prestigio en la corte, continuando en el ejercicio de su trabajo como pintor del rey. A partir de esos momentos simultaneará sus trabajos para la corona con los dedicados a instituciones religiosas de modo que los principales templos de Madrid contarán con pinturas suyas.

Vicente Carducho: Rey con las armas de Portugal, 1621. Lápiz negro, pluma y aguada de tinta parda sobre papel verjurado, 373 x 130 mm. Madrid, Biblioteca Nacional de España, DIB/13/1/50.

Vicente Carducho: Rey con las armas de Portugal, 1621. Lápiz negro, pluma y aguada de tinta parda sobre papel verjurado, 373 x 130 mm. Madrid, Biblioteca Nacional de España, DIB/13/1/50.

     A partir de finales de la década de los veinte y durante toda la de los treinta se concentran los años de mayor intensidad en su carrera. Para la corona destaca la decoración del Salón Nuevo del Alcázar de Madrid, con la que está relacionada la célebre Expulsión de los Moriscos del Museo Nacional del Prado, así como la importante empresa que supuso la decoración del palacio del Buen Retiro, representada entre otros por el soberbio Ataúlfo de la Real Academia de Bellas Artes de San Fernando. Dentro de este ámbito se enmarcan también los encargos para iglesias y conventos de patronato regio como el conjunto de los retablos de la iglesia de San Gil el Real, y aquellas obras directamente comisionadas por la clientela eclesiástica entre las que destacan el retablo para San Antonio de los Portugueses y la serie para el convento de los Trinitarios. Todas ellas cuentan con una amplia presencia en la muestra, destacándose por su importancia el esbozo de presentación de la Glorificación de San Gil o el estudio para la figura de San Félix de Valois ambos conservados en la Biblioteca Nacional.

     Tal y como señalábamos al principio de este texto, su obra de mayor envergadura la contratará en 1626 con Juan de Baeza, prior de la cartuja de El Paular, de quien recibirá el encargo para la decoración del claustro mayor. A través de cincuenta y seis cuadros representará el origen de la orden y de su santo fundador, Bruno de Colonia. El conjunto se completó con una serie de lienzos de cartujos ilustres y escenas «heroicas» de persecuciones y martirios sufridos por algunas comunidades cartujas. Los trabajos se prolongarán hasta 1632, año en el que culmina el ciclo monástico más importante de todo el Siglo de Oro y su obra cumbre. Para ello se han reunido no sólo algunos de los más importantes dibujos preparatorios conservados en instituciones públicas y colecciones privadas tanto dentro como fuera de España. También se exponen, entre otros, algunos de los libros de estampas en las que se representan los martirios de los cartujos y que el artista manejó tales como el Theatrum crudelitatum haereticorum nostri temporis de Richard Verstegan (Amberes, 1604) o el Ecclesiae Anglicanae Trophaea de Giovanni Battista de’ Cavalieri (Roma, 1584). Carducho analizó detenidamente cada pintura sobre el papel, diseñando las escenas de conjunto y estudió después buena parte de las figuras por separado. Por último preparó un modello al óleo y de tamaño reducido, tras cuya aprobación por parte del prior se acometería el cuadro definitivo con la colaboración del obrador.

     La última sección de la exposición se denomina Nobleza y liberalidad del arte del dibujo. Vicente Carducho fue un hombre culto que luchó por conseguir la liberalidad del arte e impulsó los intentos que se sucedieron en el primer tercio del siglo XVII en Madrid para establecer una Academia Artística a imitación de las italianas. Como teórico, escribió los Diálogos de la Pintura (1633), uno de los tratados artísticos más importantes del siglo XVII. Éstos se muestran junto a los tratados de los grandes teóricos italianos tales como Vasari, Zuccaro o Lomazzo, obras clave para la redacción de su tratado y que además poseyó en su biblioteca, sin duda una de las más importantes de todo el panorama artístico español del siglo XVII y aún europeo.

Portada de los Diálogos de la Pintura de Vicente Carducho, editados en Madrid en 1633.

Portada de los Diálogos de la Pintura de Vicente Carducho, editados en Madrid en 1633.

     Su amor por el trabajo fue una de las constantes en su vida. Hombre laborioso, organizado y metódico, logró articular entorno a sí un cualificado y eficiente obrador –de él dan cuenta por ejemplo algunos de los dibujos pertenecientes a la serie de los Padres de la Iglesia que figuran en la muestra– en el que se formaron algunos de los pintores más destacados de la segunda mitad de siglo tales como Félix Castelo y, sobre todo, Francisco Rizi.

Vicente Carducho: San Agustín de Hipona, ca. 1620-1634. Lápiz negro, aguada de tinta parda y realces de albayalde sobre papel verjurado, 253 x 108 mm. Madrid, Museo Nacional del Prado, D-2108.

Vicente Carducho: San Agustín de Hipona, ca. 1620-1634. Lápiz negro, aguada de tinta parda y realces de albayalde sobre papel verjurado, 253 x 108 mm. Madrid, Museo Nacional del Prado, D-2108.

*La muestra puede verse de forma gratuita en la Biblioteca Nacional de España hasta el próximo 6 de septiembre de 2015.

Vista de la entrada de la exposición en la Biblioteca Nacional.

Vista de la entrada de la exposición en la Biblioteca Nacional.

Vista de la primera sala de la exposición en la Biblioteca Nacional.

Vista de la primera sala de la exposición en la Biblioteca Nacional.

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